Las noticias mundiales que provienen de distintos continentes están complicando el sistema emocional de muchas personas. El anhelo justo de todo ser humano es vivir en paz y con seguridad. Paz que implica ausencia de violencia que afecte a su familia, su trabajo, su desplazamiento, sus iniciativas justas, y seguridad que garantice la vida, los estudios, el desarrollo normal de las aspiraciones individuales y familiares, y sus bienes.

Los acontecimientos en nuestro país hace apenas unas cuantas semanas, los ocurridos en Chile, Bolivia, Argentina, la crisis permanente en Venezuela y Nicaragua a los que se suman el paro en Francia, los conflictos que nunca terminan en Medio Oriente y finalmente la confrontación reciente entre Irán y Estados Unidos ponen en jaque nuestras emociones y equilibrio personal si nos descuidamos un poco y permitimos que el miedo y la desconfianza, en las respectivas autoridades, nos invadan sin control.

Es un esfuerzo poder conservarnos serenos, sin sentir temores, especialmente cuando hemos presenciado, recientemente, la violencia, el odio, el descontrol. Pero es muy importante para las familias y comunidad que hagamos el esfuerzo de vivir estas duras experiencias sin perder la serenidad y la esperanza.

¿De qué manera aportamos más a nuestras familias y a la sociedad? ¿Con una actitud serena, reflexiva y proactiva, con optimismo o con miedo, violencia, desesperación y pesimismo?

En los chats se han multiplicado los envíos de oraciones por la paz en el mundo y eso está bien. La Iglesia católica dedica el mes de enero a este tema tan importante, iniciándolo con la celebración de la Jornada Mundial por la Paz.

Leamos algo del papa Francisco en su mensaje del reciente 1 de enero, que podemos buscar completo en el portal de Aciprensa:

“Abrir y trazar un camino de paz es un desafío muy complejo, en cuanto los intereses que están en juego en las relaciones entre personas, comunidades y naciones son múltiples y contradictorios. En primer lugar, es necesario apelar a la conciencia moral y a la voluntad personal y política. La paz, en efecto, brota de las profundidades del corazón humano, y la voluntad política siempre necesita revitalización, para abrir nuevos procesos que reconcilien y unan a las personas y las comunidades.

“El mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. De hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido de hombres y mujeres que busquen la verdad más allá de las ideologías y de las opiniones diferentes. La paz ‘debe edificarse continuamente’ (...), un camino que hacemos juntos buscando siempre el bien común y comprometiéndonos a cumplir nuestra palabra y respetar las leyes. El conocimiento y la estima por los demás también pueden crecer en la escucha mutua, hasta el punto de reconocer en el enemigo el rostro de un hermano”.

Acojamos estas palabras de sabiduría y abracémonos a la cordura de nuestro Dios-Amor. (O)