Nuestro invitado
Quienes han experimentado en algún momento de sus vidas peligro o violencia sexual, quienes han sido cercanos a una víctima de violencia o gozan de suficiente empatía, comprenden cada palabra del cántico feminista viralizado por el colectivo chileno Las Tesis, cuyo coro dice: “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía. El violador eres tú”.
La violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, constantes y destructoras del mundo actual, y Ecuador no es la excepción. No es coincidencia que el enérgico mensaje de este cántico feminista le haya dado la vuelta al mundo, y haya sido replicado en ciudades de nuestro país por colectivos que intentan visibilizar las cifras escalofriantes de la violencia de género, la cual quedó retratada hace poco en una encuesta recogida por ONU Mujeres, que indica que en Ecuador seis de cada diez mujeres han experimentado alguna forma de violencia; una de cada cuatro mujeres ha experimentado violencia sexual.
Vivimos convencidos de que la impunidad campea en Ecuador. A esto agreguémosle el hecho de ser parte de una sociedad cuyos complejos contribuyen a silenciar y estigmatizar a las víctimas, especialmente las de delitos sexuales. Y a pesar de esta realidad, la respuesta como sociedad frente al cántico feminista ha sido, en gran medida, hacer mofa (creando memes) y tildar a quienes protestan de radicales, feminazis, entre otras cosas, que no vale la pena reproducir, pero que nos muestran cómo ciertos estereotipos socioculturales influyen en el mantenimiento de interacciones que perpetúan la situación de subordinación y el abuso del que son víctimas las mujeres.
Cuando el cántico feminista dice “el violador eres tú”, no lo hace solamente para señalar a los criminales cuya conducta se ha adecuado a lo tipificado como violación sexual en nuestro código penal (esto es, al acceso carnal, con introducción total o parcial del miembro viril, por vía oral, anal o vaginal, etc.). Ese “tú” también señala a quienes sirven de cómplices y encubridores y engloba a quienes enmudecen diariamente ante la normalización de la violación y asesinatos de mujeres. Ese “tú” incluye a todos los que sacrifican el fondo por la forma y solo pueden horrorizarse cuando ven pezones durante las protestas feministas o a mujeres pintadas de rojo (como bañadas en sangre). Y sí, también existimos hombres que hemos sido víctimas de violencia; pero lo uno no descarta lo otro, ni nos impide solidarizarnos con las mujeres que han sido víctimas.
La pregunta que nos deberíamos hacer como sociedad es si ese “tú”, ¿eres tú?... Y si ese “tú” no eres tú, ¿qué acciones decides tomar, dejar la discusión infructuosa y pasar de la protesta a la propuesta? ¿Qué haces para sensibilizar a los tuyos sobre la discriminación y violencia latentes? ¿Cómo aportas a la creación de una nueva narrativa que promueva el empoderamiento femenino; desarrollas espacios para hablar de temas álgidos como la violencia sexual; escuchas las voces de las víctimas y ayudas a magnificar su alcance, permitiéndoles tener un rol protagónico en el camino para alcanzar su protección?; y, en definitiva, ¿cómo contribuyes a la trasformación positiva de nuestra sociedad? (O)