Que jóvenes, indígenas, mujeres, campesinos, trabajadores, maestros, estudiantes estén movilizados de manera masiva en varios países del mundo y, en especial en Latinoamérica, debe llamarnos a la reflexión, pues algo no está bien.
En medio de marchas y llamados a dialogar, escuchamos por parte de los distintos gobiernos el planteamiento de “mejorar la redistribución de la riqueza” para salir de la situación económica que vive cada país. Esta frase que incomoda a muchos y genera expectativa en otros constituye uno de los elementos a tener en cuenta a propósito de la ola de protestas populares que se presentan en Chile, Colombia, Paraguay, Haití, Estados Unidos, varios países de Europa, África y por supuesto en el Ecuador. Según varios regímenes, la redistribución de la riqueza es un proceso que posibilitará alcanzar la anhelada “equidad social”. Este planteamiento, que busca apagar los distintos estallidos, es sin duda atractivo. Pero ya en el discurso y en el ejercicio gubernamental la contradicción al respecto es por demás evidente.
Ubiquemos algunos ejemplos en Ecuador a junio de 2019: según datos oficiales, la pobreza llegó a 25,5 %, la cifra más alta desde 2014, mientras que la pobreza extrema se situó en 9,5 %, la más alta desde 2013. El último informe del Programa de la ONU para el Desarrollo determinó que la denominada pobreza multidimensional tiende a crecer en 101 países estudiados, donde 1300 millones de personas viven en la pobreza multidimensional. La Cepal, por su parte, describe a Chile como un país desigual: un 1 % concentra el 26,5 % de la riqueza; y, respecto de América Latina, señala que la pobreza extrema aumentó en un 0,3 %, la cifra más alta del último siglo. Esta realidad expresa que equidad social y el sistema económico vigente son fenómenos que no van de la mano, uno y otro se están negando mutuamente. Existe un sistema y hay quienes se están levantando y desarrollando sobre la base de la corrupción y explotación de los trabajadores y la opresión a los pueblos, y cuando hay explotación y opresión no existe equidad; existe malestar y el malestar genera descontento y movilización. Es menester señalar que el fenómeno de la inequidad no está en el ámbito del consumo. Las formas y los márgenes de distribución de las riquezas son la consecuencia o el resultado de cómo están distribuidas las condiciones de producción.
Si realmente queremos ver lo que está mal, estamos obligados a llamar a las cosas por su nombre y ver los problemas de raíz y no solo de forma. Algo no está bien y por eso Moreno, Piñera, Macri y otros gobernantes, cada quien, desde su óptica, hablan de la redistribución de la riqueza frente a las movilizaciones; algo no está bien y por eso el descontento y la movilización van creciendo. Negar esta realidad sin ver la cara del capitalismo es buscar legitimar un discurso frente a los que menos tienen y que son precisamente los que están movilizados. Esta opinión también se extiende para la situación que vive Venezuela. (O)
*Exdirigente estudiantil.