Un feriado no se perdona. Es viernes 8 de noviembre. Ayer se recordó en la provincia de Santa Elena su creación: 7 de noviembre de 2007. La euforia de esos días pocos la recuerdan. Los niños y los púberes de hoy no habían nacido aún. Los viejos luchadores por ese sueño conservan en su memoria las penas y alegrías de esos días. ¿Qué pasó en la provincia luego de su creación? Tema complejo. Permítanme un preámbulo. No pretendo esbozar un balance.

Vivo en Salinas, La Milina. Frecuento la Península desde 1988. Nací en la provincia del Azuay y trabajé muchos años como educador en Pichincha, Chimborazo y Guayas. No soy regionalista, sigo la sabia sentencia de mis ancestros: allá donde fueres haz lo que vieres. Al transitar por los caminos de la patria entendí que Ecuador es una tierra creada por Dios con especial esmero y que su gente –diversa, creativa e inquieta– es un grupo humano que al cohesionarse descubre su grandeza. En síntesis: la vida obró en mí el milagro de borrar fronteras y de allanar caminos para sentirme ecuatoriano antes que provinciano todos los días de mi vida. En Bolívar, Tungurahua, Cotopaxi, Imbabura y Cañar descubrí la belleza de nuestra cordillera; en El Oro, Loja, Zamora, Pastaza, Napo, Morona Santiago, Orellana o Sucumbíos nunca extrañé a la gente que creció conmigo; Carchi, Esmeraldas, Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas, Galápagos y Los Ríos son espacios forjados a pulso con tesón e ilusiones. Todos son pueblos orgullosos de su identidad. Formar a nuestra niñez y juventud para que se sientan ecuatorianos en las playas de nuestro Litoral, en los repliegues de nuestra cordillera, en la pujanza de nuestra selva y junto a modismos, música, usanzas y gastronomía diversas debe ser un programa consistente, nuestro ADN nacional. Solo entonces el páramo y la arena caliente sabrán que pertenecen a un mismo sueño en permanente gestación.

En doce años pasan muchas cosas. Vivía en Guayas (2007) cuando nació la provincia de Santa Elena. Hoy resido en la nueva provincia. Me siento bien: bien allá, bien aquí. Dejé algo hecho y vine para ser testigo de la génesis de la concreción de un proyecto largamente acariciado. ¿Qué decir cuando ha pasado ya algo más de una década? Imposible un juicio integral en tan cortos renglones, prefiero unas cápsulas que induzcan a pensar.

-La resaca no ha concluido. Los sueños siguen siendo sueños. Las intenciones fueron superiores a las fuerzas disponibles.

-Salinas, La Libertad y Santa Elena siguen anclados en sus rutinas y tratan, quien más quien menos, de atender –casi siempre a destiempo– viejas ‘urgencias’ preteridas.

-Si ser provincia es transformar la mentalidad de barrio grande para convertir el territorio en un enjambre de productividad; en un conglomerado humano triunfador; en metas que rebasen individualismos… entonces queda mucho por decir y hacer.

-Cuando miro un aeropuerto fallido en sus metas, carencia de productos turísticos junto a los GAD endeudados y con escasos recursos disponibles, creo que hace falta crear una mentalidad de provincia.

La provincia de Santa Elena es una joya que debe brillar. (O)