Nuestro invitado

Hace poco conmemoramos el Día Internacional de la Democracia, lo que nos ofrece la oportunidad de aplaudir los logros de la humanidad en materia de participación política y reflexionar sobre los problemas que afectan la vida en democracia.

La verdadera democracia se construye sobre el diálogo entre la sociedad civil y la clase política. En Ecuador, este diálogo es solo aparente, porque los jóvenes, por ejemplo, siguen siendo marginados del quehacer político, pese a que las personas entre 18 y 29 años representan el 28% de la población del Ecuador. Una democracia que no es inclusiva difícilmente brindará los cimientos para una buena gobernanza.

Es claro que los problemas que nos afectan no han recibido respuestas efectivas de las instituciones públicas, políticas laborales o el mercado laboral. De hecho, cuatro de cada diez personas sin empleo son jóvenes en Ecuador; solo 28 de cada 100 jóvenes de entre 18 y 30 años cuentan con un empleo, el subempleo juvenil llega al 55%; más de la mitad de los ecuatorianos que hemos dejado el país en la última década somos jóvenes y representamos casi el 60% del total de migrantes.

Pero más allá de los indicadores estadísticos, los gobiernos de turno no han entendido cómo manejar la diferencia generacional que existe entre la forma que se viene haciendo política y los jóvenes de hoy, quienes, no teniendo espacios para ser parte activa de los procesos políticos, han encontrado en la tecnología un camino para participar de estos. De hecho, las redes sociales se han convertido en un foro para el discurso político, llamados de atención a líderes, expresar opiniones, llamados a la acción, convocar movilizaciones, etcétera.

Es claro que el simple sufragio no es un modo particularmente interesante de participar en los procesos políticos. El sistema actual no ha sabido aprovechar la conectividad e innovación de la juventud. Los jóvenes estamos menos preocupados por las broncas arcaicas de derechas e izquierdas, y más concentrados en cuestiones prácticas que nos afectan directamente y a nuestro entorno; somos cuestionadores, enérgicos y sobre todo tecnológicos.

La tecnología ha transformado la forma en que participamos en la política. Y debemos seguir cambiando; abogando por una integración más plena de la juventud al quehacer político, creando nuevas oportunidades, cultura política y sistemas que fomenten la participación de los jóvenes. Debemos usar la tecnología para la construcción de comunidades políticas, como un medio para proponer acciones concretas, como herramienta para tomar de decisiones informadas.

Debido a la masiva presencia digital de la ciudadanía, incluyendo aplicaciones telefónicas móviles, es tiempo de que comencemos a impulsar seriamente los conceptos de “ciudades inteligentes” de la mano con la implantación de gobiernos y Gobernanza Electrónica (e-Gobierno y e-Gobernanza), lo que implica la toma de decisiones y la administración de la cosa pública usando tecnologías de la información y de las comunicaciones.

La participación en la vida democrática siempre ha sido importante para los jóvenes; hoy tenemos prioridades distintas a otros grupos de la sociedad y participamos de la vida democrática usando herramientas tecnológicas. Los jóvenes podemos cambiar al Ecuador a través de la política, involucrándonos de manera sustancial; la inclusión plena de la juventud promete un futuro sostenible para nuestra democracia. (O)