Las declaraciones de Iván Márquez, quien fuera jefe negociador de las FARC, que anunció “que regresan a la lucha armada”, contrastan con las que hiciera el jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, al iniciar las conversaciones de paz: “La paz es un verdadero adiós a las armas”. Las negociaciones se iniciaron el 6 de noviembre de 2012, en La Habana. Se trató del primer acuerdo político logrado después de tres intentos frustrados de conversaciones con los gobiernos de Belisario Betancourt, César Gaviria y Andrés Pastrana.
La mayoría de colombianos y la comunidad internacional apoyaron los esfuerzos realizados por el presidente Juan Manuel Santos para negociar el fin del conflicto, que en más de 50 años de enfrentamientos le ha costado a Colombia alrededor de 6 millones de desplazados, 220.000 muertos y más de 50.000 desaparecidos.
Después de más de cuatro años de diálogos, el 26 de septiembre de 2016, en Cartagena, con bombos y platillos y con la presencia del entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y de quince jefes de Estado de América Latina, se firmó la paz, de esta forma creímos que se ponía fin al conflicto armado en Colombia.
Con el acuerdo de paz, los subversivos se comprometieron al desarme, desmovilización y sometimiento a la justicia, además de la ruptura total con el narcotráfico; sin embargo, un grupo importante de disidentes se organizó para seguir delinquiendo, ya que resultaba imposible dejar el negocio de las drogas que les produce ingentes ganancias; a esto se suman los subversivos del Ejército de Liberación Nacional (ELN), los carteles mexicanos y otras organizaciones delictivas atraídas por ese “gran negocio”.
Los casi tres años desde que se firmó el acuerdo de paz no han sido fáciles para los gobiernos de Juan Manuel Santos y de Iván Duque. No todos los guerrilleros de las FARC se acogieron al proceso de paz, los disidentes difícilmente se adaptaron a la vida en paz, eran más de 50 años de una vida azarosa y el dedicarse a un trabajo honrado era un asunto extraño; a esto se suman las acciones de los subversivos del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que han venido realizando actos terroristas y han sido renuentes a acogerse a un proceso de paz; además, se ha denunciado que el gobierno de Nicolás Maduro apoya a los subversivos colombianos y que les permite operar desde territorio venezolano.
Esta situación que vive Colombia es motivo de preocupación. Las amenazas son permanentes en nuestra débil frontera norte, las bandas criminales que viven al margen de la ley y la proclama hecha por el grupo disidente de las FARC de retornar a la lucha armada deben ponernos en alerta.
Las Fuerzas Armadas ecuatorianas y algunas acciones del Gobierno han creado un ambiente de relativa tranquilidad en la frontera, pero las amenazas son demasiado peligrosas, razón suficiente para que nuestras Fuerzas Armadas deban estar preparadas para cumplir su misión; para eso, deben ser dotadas de lo mínimo indispensable de armamento y equipo y que no sean distraídas en otros menesteres. (O)