Dos académicos de la Universidad de Cornell, la cual consistentemente figura entra las mejores 20 de los Estados Unidos, David Dunning y Justin Kruger (DK), realizaron una serie de estudios que demostraban que los individuos con poco conocimiento sobreestiman sus capacidades y se creen más inteligentes y capaces de lo que realmente son, con un sentimiento de superioridad totalmente ilusorio. Este sesgo se basa en la incapacidad del individuo para reconocer su propia ineptitud.
Estos experimentos se publicaron en diciembre de 1999 en una revista de muy alto nivel: Journal of Personality and Social Psychology.
A propósito de la rabiosa oposición que ciertos sectores tienen a los elementos genéticamente modificados, los famosos transgénicos, Philip Fernbach, un investigador de la Universidad de Colorado y coautor del libro The Knowledge ilussion (La ilusión del conocimiento), así como otros científicos más, revisando encuestas realizadas en los Estados Unidos, Francia y Alemania encontraron cosas sorprendentes.
Lo primero es que los más fanáticos oponentes a los transgénicos son aquellos que conocen menos sobre ellos, pero creen que saben más que cualquier otro.
Los estudios de Ferbanch y sus colegas se realizaron con más de 2.500 personas, a las cuales les preguntaban su posición sobre los transgénicos. Luego les hacían preguntas para medir su conocimiento real sobre el tema. Los resultados fueron impresionantes: en la medida en que crecía la oposición y se volvía extrema y fanática, mayor era también el desconocimiento que las personas tenían sobre el tema.
El estudio también reveló que mientras más ignorancia existía, y más extremismo mostraba la persona, más reacia era a aceptar aprender sobre el tema. Estos estudios, publicados en Natural human behavior, nos hacen entender que eso de que “hay que educar a la gente” encuentra una barrera en los extremistas, que no aceptan aprender, porque están sobreestimados en su creencia de que sí saben. Es decir, el extremismo se vuelve la principal barrera para el conocimiento. Ferbanch y sus colegas confirman los hallazgos de DK.
Pensemos, por ejemplo, en la agenda de la ideología de género, en la cual sus fanáticos defensores promueven la tesis de que no es la genética, ni la anatomía ni la biología lo que determina el sexo de una persona. Los estudios de Ferbanch nos llevarían a asumir que estos fanáticos son los menos conocedores del ADN, de la psicología, de la psiquiatría, de la biología.
Tomemos el caso del Ecuador, país en el cual desde 1972, en que comenzó a exportar petróleo, se ha quemado irresponsable e inmoralmente la tercera parte de los ingresos petroleros, en subsidios a los combustibles.
He visto a los más rabiosos opositores salir a decir cosas absolutamente absurdas sobre el tema, con una ignorancia de concurso. Entre ellas, con pasión impresionante gritan que “los precios se van por las nubes cuando suben los combustibles”, “los pobres son los más perjudicados”. Los combustibles subieron en el 2018, y hemos vivido deflación, esto es que los precios han bajado. Y los pobres siguen pobres, en parte porque los ricos son quienes reciben ese subsidio cuyo valor se podría usar para reducir la pobreza.
Los más fanáticos detractores de una economía de mercado no entienden nada de cómo funciona un sistema de precios, cómo funcionan los precios relativos, y realizan aseveraciones sin fundamento técnico, sin entendimiento de la teoría económica, y sin entendimiento de la historia universal, que tiene tantas experiencias que demuestran que solo una economía libre y de mercado produce bienestar.
Las políticas públicas en el mundo moderno, a la luz de estos experimentos y realidades científicas citadas en este artículo, representan un reto monumental y frustrante.
Un grupo de fanáticos se aferra a una creencia, genera una fuerza de presión bien programada, usa las redes sociales y lleva a las masas, también desconocedoras del tema, a creer en tesis, en ideas, que están alejadas de la verdad científica, que no tienen fundamento en la realidad de las cosas.
Y esa ignorancia, como lo demuestran los estudios, se convierte en sí misma en un escudo que rechaza y no permite la educación de los fanáticos extremistas; estamos ante un problema de impresionante dimensión, que lleva a las sociedades por caminos totalmente equivocados. Ciegos guiando a ciegos, fanáticos guiando a la sociedad.
Este es uno de los muchos elementos que están atacando a las democracias occidentales, que están quitando legitimidad al sistema democrático, que están produciendo una nueva y ridícula democracia, en que no es la mayoría sino la minoría la que tiraniza a la sociedad, y las somete a sus creencias, y como lo demuestran estudios aquí citados, lo hacen para mayor tragedia sustentados en la ignorancia y no en el conocimiento.
La lista de temas en los cuales esto se está dando es muy larga. Qué frustrante es hacer política pública cuando se tiene que luchar contra la venenosa combinación del fanatismo y la ignorancia. Porque una cosa es el fanático que se monta en una verdad. Como todo fanatismo no es saludable, pero tiene al fin una verdad; otra muy distinta es el fanatismo que se sustenta en la ignorancia. (O)