En el colegio conocí y aprecié poemas del libro El árbol del bien y del mal del poeta Medardo Ángel Silva. Nacido en Guayaquil el 8 de junio de 1898. Su paso por la vida fue tan leve, pero marcado de sentidas letras. En junio se recordaron los 100 años de su fatal deceso. El poeta guayaquileño no ha muerto, su rítmica y melancólica poesía se declaman, se leen, se cantan como si ayer recién bajó a la tumba. En las fiesta del mes de julio de Guayaquil por radio tocan canciones con las letras de la poesía de Silva.

¡Quién no ha cantado  El alma en los labios, rimas de amor y desamor anunciando su pronta partida al suicidarse. “... ya que solo por ti la vida me es amada, el día que me faltes me arrancaré la vida...”, le escribió a su Rosa Amada, antes de su deceso que desconcertó al ámbito cultural cuando recién se empezaba a valorar su arte. En su poema Aniversario se nota el cansancio de un joven que parecía haber vivido demasiado: “... Me son duros mis años y apenas si son 20..., se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos que repentinamente nos encontramos viejos...”. Sentido verso ante cierta sociedad de alta alcurnia que lo calificó de loco, drogadicto, acosador..., estigmas que adelantaron, quizás, su muerte. Está latente la vida y obra del gran escritor, solo conocemos al Silva poeta, pero nos hace falta conocer al mismo bardo, periodista, cronista, que a temprana edad fue redactor del periódico El Telégrafo. Uno de sus poemas más hermosos que llegan al alma por su ritmo y melodía es Danse d’Anitra dedicado a una artista de la danza, inspirándose al ver su presentación en el teatro, escribió: “... Tan aérea, tan leve, tan divina. Se ignora si danzar o volar  quiere...”, ovación de sutil rima. En torno a su vida se levanta un ícono de la poesía nacional que dio paso al modernismo en las letras del país, perteneciendo a la generación de los ‘decapitados’ junto a Ernesto Noboa,  Humberto Fierro, Arturo Borja, que dejaron sentidos poemas que se siguen evocando. Silva falleció el 10 de junio de 1919 de un disparo. Mientras se le recuerde jamás morirá, dejó una estela de sentida prosa que marcan nuevas inspiraciones, augurando que vivirá generación tras generación.(O)

Evelio Reyes Tipán,

Santa Elena