El último feriado con motivo de la conmemoración de la Batalla del Pichincha fue un día inolvidable, no precisamente por la fecha histórica, sino porque, desde que estuve en el colegio, celebrábamos la fiesta de nuestra gran patrona: María Auxiliadora, y este año fuimos convocadas a una misa y reunión por las exalumnas que dirigen la fundación para niñas que lleva el nombre de la que fue muy querida: Sor Dominga Bocca.

Probablemente la invitación que se extendió por las redes sociales no llegó a todas, pero fue sorprendente la acogida que tuvo y la presencia de distintas generaciones de exalumnas, que nos saludábamos felices entre compañeras y con alegría al reconocer a las menores o mayores del amado plantel.

Nuestro colegio ya no existe, pero el amor, los recuerdos y la impronta de la devoción a nuestra Madre Auxiliadora estará por siempre en nuestros corazones. Y como muy bien expresó la hermana sor Janeth, religiosa y también exalumna salesiana: “Donde estemos nosotros estará nuestro colegio”.

Las anfitrionas prepararon todo con esmero e ilusión y sus expectativas fueron sobrepasadas. La fundación que dirigen o apoyan con su dedicación voluntaria y sacrificada tiene como misión “brindar refugio y apoyo a niñas y jóvenes de familias multiproblemáticas que por diversas razones han quedado lejos de sus hogares.”

Para recibir una niña en el albergue se requiere una orden judicial, previa investigación del caso. Hay un proceso para la reinserción en sus hogares cuando esto es posible, y si no lo es, se trabaja para que sean independientes y se valgan por ellas mismas.

Esta casa de acogida fue fundada en 1987 y son ya más de doscientas niñas que, gracias a personas generosas y solidarias, vislumbran hoy un futuro diferente.

El personal realiza un trabajo de equipo en comunicación permanente como debe existir en todo hogar saludable. Me consta la cercanía de la directiva y voluntarias con la psicóloga, coordinadora, educadoras, trabajadora social y con el personal administrativo para mantener un conocimiento diario de lo que acontece y poder prevenir problemas como enseñaba Don Bosco, el santo fundador de los salesianos.

Las niñas asisten a escuelas y a colegios. Algunas jóvenes han logrado entrar a la universidad con metas concretas para su vida.

El aspecto más conmovedor para mí es el ambiente familiar, porque llegan a quererse entre ellas y con las personas que las atienden y les sirven, siempre en un marco de formación en valores, principios cristianos y buenas costumbres.

Las exalumnas encargadas se las arreglan para que nunca les falte su alimentación completa: tres comidas, lunch en las mañanas y refrigerio en las tardes. Reciben también apoyo psicológico, atención médica y cuidados especiales para algunas.

Hábilmente gestionan paseos, actividades culturales y recreativas fuera del hogar.

Y de alguna manera milagrosa logran, además, organizarles cursos de bisutería, cerámica, belleza, arreglos de globos, etcétera, con el fin de proporcionarles otras herramientas para ser productivas en el futuro y poder solventar sus necesidades.

Una obra extraordinaria para admirar, aplaudir y colaborar. (O)