El Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco Vaticano, es una institución de la Iglesia católica situada en la ciudad del Vaticano, creada por el papa Pío XII en 1942 con la finalidad de conservar y administrar los bienes confiados al Instituto, por personas físicas o jurídicas que tengan por meta actividades religiosas o caritativas. Entre otras funciones, permite a la Santa Sede administrar sus recursos y sirve para financiar a las iglesias con mayores necesidades económicas situadas en los países más pobres.
El Banco Vaticano, técnicamente no lo es, pues no tiene fines de lucro y tampoco presta dinero o realiza inversiones directas. Sí tiene la obligación de mantener la capitalización de la entidad y el dinero de sus clientes, por lo que el capital recibido se invierte en bonos de Estado, en obligaciones y en el mercado interbancario. El IOR cuenta con casi 19.000 usuarios, de los cuales unos 5.200 son instituciones católicas, y 13.800 son personas entre las que se encuentran religiosos, empleados de la ciudad del Vaticano y otros autorizados como los enviados diplomáticos ante la Santa Sede. Tras haberse visto afectado por varios escándalos, en la actualidad está llevando a cabo un proceso de transparencia. Ettore Gotti Tedeschi, el economista que Benedicto XVI situó en el 2009 al frente del IOR para limpiar las finanzas vaticanas, tras percatarse de lo que escondían algunas de las 24.000 cuentas opacas del banco, redactó un expediente con documentación sensible, se lo entregó a dos amigos íntimos y les dijo: “Si me asesinan, aquí está la razón de mi muerte”.
En el 2010 el papa Benedicto XVI promulgó una nueva ley para prevenir el lavado de dinero y en noviembre de 2015 el papa Francisco nombró a Gian Franco Mammí como director de la entidad. El economista Gotti advierte que a pesar de los esfuerzos del papa Francisco, el IOR sigue siendo la guarida de muchos secretos inconfesables: “El caso Vatileaks (la fuga de documentos que culminó en febrero de 2013 con la renuncia al papado de Ratzinger) no ha sido explicado. Tanto Gotti por orden de Ratzinger, como ahora Pell, el cardenal australiano a quien monseñor Jorge Mario Bergoglio o papa Francisco ha otorgado poder casi absoluto para supervisar todos los departamentos financieros, están dispuestos a colaborar con las autoridades italianas y europeas para evitar que la Santa Sede sea utilizada como paraíso fiscal en el centro de Roma y adopte los procedimientos internacionales contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo. Pell acaba de alcanzar un acuerdo con el Gobierno italiano para pasarle información de los propietarios y los movimientos de las cuentas hasta ahora opacas. Esta sería una excelente oportunidad para que el Gobierno ecuatoriano tome en consideración lo manifestado en redes sociales por el diácono consagrado Jorge Sonnante, quien investigó la ruta del dinero kitchnerista que fue al IOR. No solo eran ellos, en la misma sintonía estaban Correa, Evo, Dilma, Castro, entre otros...(O)
Julio César Ubilla Abad,
arquitecto, Guayaquil