La ciudad de Guayaquil se congratula al ver que el Cuerpo Consular acreditado en ella celebra no su quincuagésimo aniversario de existencia, sino más bien el 50 aniversario de su constitución con un ente formalmente organizado.
En realidad, ya en el siglo XIX, tan lejos como en 1849, había cónsules extranjeros en Guayaquil, en especial el de los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, hace 50 años, los diplomáticos de Guayaquil, sean estos funcionarios oficiales de las cancillerías de sus respectivos países o sean cónsules ad honorem formalizaron la creación de un ente, de un Cuerpo Consular que los agrupara a todos y que les permitió desde ese entonces una presencia más orgánica y positiva para nuestra ciudad.
Al celebrar este hecho, debemos entender la simbiosis extraordinaria de este cuerpo colegiado con nuestra colectividad y el reflejo de su evolución como parte integral de lo que ha sido la evolución de Guayaquil. Esta ciudad abrió sus brazos durante décadas a varias oleadas de inmigrantes que establecieron su residencia aquí, y que desde aquí fueron luego saliendo hacia otras ciudades del Ecuador.
Destacan las colonias española (con gran presencia catalana), italiana, libanesa, palestina, alemana, china, entre muchas otras. Algunos de esos inmigrantes fueron nombrados cónsules de los países de los cuales vinieron. Muchos de sus hijos también representaron a los países de sus ancestros.
Con el paso del tiempo, descendientes de inmigrantes fueron nombrados cónsules de muchos países que no eran aquellos de los cuales vinieron sus antepasados. Muchos guayaquileños no hijos de inmigrantes recientes también fueron nombrados cónsules de muchas naciones.
Así, entre cónsules oficiales y cónsules ad honorem, un Cuerpo Consular grande, fuerte, le dio a Guayaquil un vínculo con el mundo exterior, que de otra manera no hubiera existido.
Así, entre cónsules oficiales y cónsules ad honorem, un Cuerpo Consular grande, fuerte, le dio a Guayaquil un vínculo con el mundo exterior, que de otra manera no hubiera existido.
Esos cónsules han realizado labores tanto de orden social cuanto de vinculación comercial. Han abierto puertas, han creado oportunidades de negocios, han ampliado el horizonte de nuestra ciudad, haciéndola menos localista y más universal, menos cerrada y más abierta.
Y no queda atrás la labor de beneficencia realizada por el Cuerpo Consular y por las damas del mismo. En este sentido, en total sintonía con una ciudad en la cual vieron una tradición de filantropía única en el Ecuador, el Cuerpo Consular de nuestra ciudad absorbió el aire guayaquileño y el espíritu de ayuda al prójimo, por lo cual dispensarios médicos y muchas otras realizaciones se han ido concretando como aporte a la colectividad.
El mundo de hoy refleja integración, apertura, globalización, vínculos con todo el planeta. La labor dedicada de los cónsules oficiales y el generoso aporte de los cónsules ad honorem han facilitado a nuestra ciudad el que, sin ser capital, tenga ese valiosísimo aporte que significa poder recurrir a un representante diplomático de otro país para vincularse al mundo.
Rendimos homenaje a ese Cuerpo Consular de nuestra ciudad, y agradecemos que Guayaquil siga siendo abierta, amplia, generosa y que haya permitido a quienes se arraigaron aquí sumarse con pasión al objetivo de hacerla grande. (O)