Aún resonaba en nuestro gusto la dulce voz de Margarita Laso cantando esa estrofa de La Cumparsita, el viernes 13 pasado, en el Teatro Sucre, cuando su padre Alfonso Laso Bermeo se despedía de Quito.
Cuando éramos adolescentes, el deporte en Ecuador era cubierto por muchos medios, la sección deportiva de los periódicos era de varias páginas y nos mostraba el deporte nacional, el fútbol tenía amplio espacio, pero los titulares incluían también los otros deportes del día: las finales del básquet o vóley, la vuelta ciclística, el box, el tenis o la natación y siempre los intercolegiales, con gran prestancia del atletismo. En la televisión, el resumen lo veíamos en noticieros, pero sobre todo en el programa de domingo de Alfonso Laso B.: Ronda Deportiva. Era el momento de ver todos los goles de la fecha y de tantos deportes en varias canchas y escenarios. Así aprendíamos de las hazañas grandes o chicas de nuestros compatriotas, de todas las edades.
Alfonso Laso B. fue un ser excepcional por su humanidad, y por un ingenio que lo llevaba a contar historias y hacer relatos de cualquier situación deportiva. Esa picardía lo llevó a adoptar el seudónimo Pancho Moreno, para evitar que su madre descubriera que en lugar de estudiar ingeniería Alfonso había cambiado su destino al de periodista deportivo. Un hombre curioso y ávido de aprender viajó a París y varios países, pero en todas partes fue modificando su estilo, así como trayendo ideas para adaptar a Quito. Tenía una cantidad enorme de material audiovisual que preparaba para la televisión o la radio, creando una colección impresionante de la historia del deporte en Ecuador, que en parte hoy recibimos de la emisora que fundó: Radio La Red.
Para finales de los años 80, ya Pancho Moreno tenía una carrera de más de 30 años en la que desplegaba su creatividad desde su gol de carcajada hasta los mil apodos y frases fantásticas de sus narraciones. En estos días hemos oído la narración del gol de Kaviedes que nos llevaría al primer mundial, la alegría nostálgica de Pancho Moreno mientras dice: “Hemos tenido que esperar toda una vida para llegar”, es un momento de la historia nacional contemporánea que bien haríamos en mostrar –hacerles oír– a nuestros hijos para que sientan por segundos lo duro que es conseguir algo en conjunto, como fue llegar al mundial.
Si supieras,/ Que aún dentro de mi alma,/ Conservo aquel cariño/ Que tuve para ti/ Quién sabe si supieras/ Que nunca te he olvidado,/ Volviendo a tu pasado/ Te acordarás de mí… Carlos Gardel
Alfonso Moreno fue un hombre de mil historias como periodista, innovador, amante de su ciudad y por ello concejal emérito de la capital, cariñoso esposo, padre y abuelo que además fue un generoso mentor de tantos periodistas que hoy siguen la escuela de hacer con alegría el trabajo que eligieron.
Alfonsito “estará en todas partes” como termina ese tango que tanto le gustaba; entre tanto quedan para todos narraciones que forman parte del archivo de Quito y del Ecuador, textos indelebles de uno de los creadores más originales del arte verbal ecuatoriano. (O)