Allá por el año 1996, y gracias al empeño de algunos productores visionarios encabezados por el Ing. Pablo Rizzo Pastor, el Ministerio de Agricultura mediante acuerdo ministerial publicado en el Registro Oficial # 882, estableció oficialmente la Comisión Nacional de Erradicación de la Fiebre Aftosa (Conefa), en un convenio tripartito entre el Servicio Ecuatoriano de Sanidad Agropecuaria del MAG, la Oficina Panamericana de la Salud y la Federación de Ganaderos del Ecuador.
Un proyecto ambicioso y un trabajo arduo en verdad, con algunos tropiezos en su desarrollo y muchos “volver a empezar”, finalmente se logró completar los necesarios cuarenta meses continuos sin brotes de la enfermedad, y entonces la Organización Mundial de Sanidad Animal declaró al Ecuador: País libre de aftosa, con vacunación. Esta declaración tiene fecha 29 de mayo del 2015, y certifica que nuestro país tiene anuencia para exportar productos derivados de la producción ganadera nacional, pero lamentablemente nada ha ocurrido hasta ahora.
Lo penoso es que ninguno de aquellos que les tocó asumir el cargo de ministro de Agricultura hicieron algo al respecto, no me sorprendería incluso que ni lo supieran, y es que la desidia con que ha sido tratado el sector agropecuario desnuda, además, la incapacidad de esos ministros que no supieron cumplir con su primera responsabilidad, que es la de asesorar al presidente sobre los asuntos del área que él mismo les confió dirigir.
La posibilidad de producir carne bovina para mercados foráneos es de suma importancia para el país, y no solo por la consecución de las divisas tan necesarias para nuestra maltrecha economía, sino también porque esta actividad generaría una enorme cantidad de oportunidades de trabajo para el sector agropecuario directamente y para un sinnúmero de actividades relacionadas, cuya reactivación tendría un efecto multiplicador de las ocasiones laborales que tanto necesitamos.
Lo mejor de esta actividad es que podemos utilizar los terrenos que se califican no aptos para agricultura, porque para estos centros de ceba el elemento preponderante es el pasto, y no se necesitan grandes superficies para pastizales puesto que aquello de calcular “carga animal” es un concepto obsoleto, y esos valores que señalaban 1,5 unidades bovinas por hectárea se cambiaron a promedios de 10 u.b/ha con la aplicación del sistema “presión de pastoreo”, pero eso sí, utilizando riego por aspersión que es lo que permite apurar los ciclos de recuperación de los potreros.
Se podrían también desarrollar verdaderos circuitos de producción, entre los centros de engorde, vaquerías productoras de la novillada con especialización genética, y baterías de producción de alimento suplementario, que prepararían el ensilaje imprescindible para cubrir las exigencias nutricionales de los animales con especialización productiva.
Señor presidente, esto no es ficción, es una realidad que podemos y debemos desarrollar en nuestro país, pero para lograrlo se necesita en el Ministerio de Agricultura un equipo técnico y no político, es indispensable un ministro con afinidad profesional, que con el pertinente conocimiento y experiencia pueda identificar los problemas e implementar las soluciones. Por favor, no más “amiguetes”, no más improvisación. (O)