Buscando en el diccionario el término ‘cultura’, me enteré de que proviene del latín cultus, que hace referencia al cultivo del espíritu humano y de las facultades. La define como el conjunto de conocimientos e ideas adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo. También entran en esta acepción los saberes, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo. Pero lo que más me llamó la atención es que cultura es un “nombre femenino”. Si esto es así, ¿por qué la cultura no es una princesa o un hada y siempre es el patito feo? Qué digo feo, ¡el patito horrible!

¿Será que los gobiernos le temen a un pueblo culto y por eso se la niegan? ¿Será que la cultura rompe con lo establecido, cambia, nos pone a pensar, nos saca de la comodidad cotidiana y por eso los políticos huyen despavoridos? Y claro, nos quedamos cuatro gatos, nadando a contracorriente, rogando por un espacio, peleando por un presupuesto, mientras desde algún escritorio lejano, algún burócrata trasnochado intenta decepcionarnos, acabar con los gestores culturales independientes, porque lo incomodamos.

Sin embargo, nosotros seguimos soñando, y es por eso justamente, por defender esos sueños, que nos ha caído como un balde de agua helada la noticia de que el programa radial Sueños de papel sale del aire. Al oírlo no lo pude creer, llamé de inmediato a Juana Neira, quien lo ha conducido desde hace doce o trece años, y ella me lo confirmó.

Más allá del ser humano decente y maravilloso que es Juana, con quien estoy segura de que seguiré soñando sueños de papel, de celuloide, de óleo, tinta o acuarela, porque tengo el privilegio de ser su amiga, a los escritores, poetas, gestores culturales, libreros, nos ha invadido una sensación de orfandad.

Quedarnos sin Sueños de papel es muy triste. El programa radial se caracterizó por ser un espacio cultural abierto a todos los creadores. El libro fue su gran protagonista y la generosidad inmensa de Juana lo volvió un hogar de acogida, un micrófono abierto que a través de extensas charlas y entrevistas promovió la lectura. Debe haber sido el único programa en su género que dedicó un día de la semana a la literatura infantil y juvenil. Muchas veces inclusive fueron los niños quienes hablaron de sus lecturas preferidas, fueron ellos quienes recomendaron qué leer.

Tristeza, impotencia y rabia es lo que sentimos todos quienes aprendimos a soñar con Juana Neira, quienes extrañaremos su voz, con ese acento de cuencana residente en Quito, con ese amor incondicional por los libros y la lectura que ella supo transmitir cada tarde.

Sin duda, lo que más echaremos de menos será el que siempre se mantuvo alejada de toda la podredumbre política que ha empañado muchos programas radiales, noticiarios, etc. A veces pienso que a la gente le gusta respirar aire viciado y Sueños de papel era una bocanada de aire puro.

El programa se termina porque no es rentable para la radio. La cultura, aunque no lo diga el diccionario, en tiempo de crisis es un ejercicio de resistencia. (O)