La ONU designó el 7 de abril como el Día Internacional de Reflexión sobre el Genocidio de Ruanda, cometido en 1994. Esta fecha marca el aniversario del estallido de la violencia en esta nación africana, en la que milicias hutus mataron sistemáticamente, principalmente a machetazos, alrededor de un millón de personas en una masacre que duró 100 días. Esta fecha ofrece la oportunidad de aprender de la experiencia ruandesa.

La recuperación de Ruanda constituye un monumento a la capacidad de reinventarse de una sociedad. Esta fecha sirve no solo para recordar a quienes perdieron sus vidas, sino también a los sobrevivientes, que demostraron que las reconciliaciones son siempre una posibilidad, incluso después de eventos monumentalmente trágicos. Hoy los ruandeses comprenden la importancia de la paz y cohesión entre miembros de su comunidad. Hay desafíos que están destinados a hacer que las sociedades sean más fuertes.

Este genocidio sirve para tener presente los riesgos de los conflictos (actuales y potenciales) alrededor del mundo: Siria, Yemen, Sudán del Sur, República Centroafricana, Congo, Afganistán, por nombrar algunos. En estos casos, la lentitud de la comunidad internacional para responder a las necesidades y el sufrimiento humano es detestable, pero también lo es la indiferencia de quienes se sienten ajenos a esas realidades y deciden cerrar los ojos o pasar la página del diario.

Los orígenes del genocidio demuestran que se necesita muy poco para radicalizar a una sociedad y lograr que vecinos se vuelvan unos contra otros. Lo que inició la violencia en Ruanda no es ajeno a nosotros; actualmente, minorías y grupos sufren de discriminación y ataques por ser quienes son.

La tragedia ruandesa demuestra la importancia de la comunidad internacional en la pronta resolución de disputas. Si bien la respuesta internacional tomó lugar después de que los crímenes fueran perpetrados, es importante rescatar la labor del Tribunal Penal Internacional, creado por el Consejo de Seguridad de la ONU para enjuiciar a los responsables de los crímenes de genocidio y lesa humanidad cometidos en Ruanda, Tribunal en el que tuve el honor de trabajar.

El legado del Tribunal incluye el de ser la primera corte internacional en emitir un veredicto contra sospechosos de genocidio y el primero en reconocer la violencia sexual como acto constitutivo del mismo. Otro hito marcado por este Tribunal fue el de sentar en el banquillo de los acusados a los medios de comunicación responsables de realizar emisiones destinadas a instigar la comisión de delitos. Por estas y muchas razones más es innegable que este Tribunal ha contribuido significativamente a sentar las bases de la justicia penal internacional y es una prueba de lo que puede lograrse cuando las naciones cooperan.

Lo ocurrido en Ruanda constituye uno de los capítulos más deplorables de la historia. Resulta imperioso trabajar por la consecución de un mañana, aprendiendo de las experiencias pasadas para lograr que nuestra generación y las generaciones venideras estén más comprometidas con la justicia, la tolerancia y respeto por los derechos humanos. (O)

* Trabajó como abogado en la Cámara del Tribunal Penal de Naciones Unidas para Ruanda.