En mis correrías laborales por diferentes rincones del país pude comprobar que en general el campesino trabaja con más ahínco y responsabilidad que el común de los mortales, tal vez porque para ellos y como parte de su acervo cultural, el trabajo es algo que lleva implícito el honor. Como si esto fuera poco, también constaté la veracidad de una opinión popular generalizada en todo el territorio ecuatoriano, que señala a los cañarejos como los mejores trabajadores campiranos, y “por mi madre” que doy fe de aquello, porque compartí con ellos no solo el sudor y el esfuerzo propio de las labores de campo, sino también la responsabilidad de buscar siempre la eficiencia, cada uno en su respectiva tarea, cada quien con su incumbencia.
Por eso me ha entristecido siempre que sean estos compatriotas los que más emigran a seguir su lucha en otros destinos, pero es lógico, están acostumbrados a trabajar y no a esperar caridades de gobiernos sin la menor idea de lo que padecen los menos favorecidos, los de las regiones campesinas, aquellos que no se adosaron a las grandes ciudades, esos que alguna vez fueron jornaleros y pequeños productores, personas que trabajaban la tierra cuidándola como a su vida misma, como a su madre, que finalmente lo era, su “pacha mama”.
Y siempre lo hacían con alegría, con un entusiasmo que rayaba casi en la inocencia, porque para ellos la felicidad mayor es ganarse el pan con el sudor de la frente, sin ropa elegante, ni oficinas fastuosas, ni secretarias perfumadas, ni más vehículo que su burro o su bicicleta. Aprendieron por vivencia propia que recibir el viento bajo un árbol produce más frescura que diez acondicionadores de aire, y que el saludo amable del carretero que trae carga desde el pueblo es más auténtico que el de los políticos disfrazados con sombrero.
Muchos cañarejos se alejaron de su terruño, y su ausencia forzada por la indolencia gubernamental es penosa, porque esta es una zona con vocación agropecuaria, por su clima benévolo, riqueza hídrica y buena luminosidad; es cierto que hay sectores donde la calidad del suelo no es la mejor, pero su gente dispone de una impresionante vocación de trabajo y es casi inmoral desaprovechar esa condición.
En mayo del 2015 el Ecuador recibió de la Organización Mundial de Sanidad Animal la certificación de País Libre de Aftosa con vacunación, que le permitiría exportar carne canal. Gran oportunidad para desarrollar otras riquezas en Cañar, designándola provincia piloto para centros de engorde de ganado, y aprovechar así los terrenos considerados marginales por su bajo potencial agrícola. Se podría incluso ejecutar tres proyectos paralelos e integrales a la vez: un centro de engorde, una vaquería de reproducción para proveer novillaje con calidad genética para la especialización cárnica y un moderno camal para desposte, corte y preparación de la carne.
Este tipo de proyectos multiplicaría las oportunidades laborales en la región, y los jóvenes ya no tendrían que arriesgar sus vidas intentando conquistar sueños en países lejanos, además, sería importante para este gobierno iniciar de una vez por todas esa necesaria opción de diversificar la fuente de generación de ingresos, que no ha pasado de ser más que un bonito concepto. (O)