Dios se estableció en el mundo naciendo como un niño en una familia con sencillez y austeridad. Por eso esta maravillosa fiesta suele involucrar y unir a todos los familiares, aun a los más alejados.

La Iglesia católica nos motiva a prepararnos a la Navidad durante las cuatro semanas anteriores al 25 de diciembre y aunque la propaganda comercial empieza meses antes y parece atraparnos, cada vez son más los grupos de familias y amigos que se reúnen semanalmente para meditar, orar, cantar, hacer compromisos y así disponer el corazón a fin de celebrar a Jesús como a Él le gustaría.

El rol de los padres o substitutos para crear el ambiente de una Navidad cristiana en el hogar es fundamental. Ocurre con frecuencia que al estrés del trabajo diario se suma el de los regalos, sea porque hay cómo adquirirlos o porque la economía no lo permite, pues los niños siempre esperan algo; pero no olvidemos lo fundamental: presentar a Jesús y su mensaje de amor.

La Navidad es capaz de hacer verdaderos milagros si entramos en el espíritu de don y entrega total que motivó la primera. Este es el tiempo ideal para rectificar cualquier error u omisión que haya resentido a alguno de nuestros seres queridos en el hogar.

No son cosas o regalos materiales lo que más necesitan nuestros hijos pequeños o grandes. Es el ser reconocidos y valorados. Como decía la ahora santa madre Teresa: “La pobreza de no ser reconocido, amado y protegido, es la mayor pobreza. Debemos comenzar en nuestros propios hogares a remediar esta clase de pobreza”.

Debemos tener la valentía, delicadeza e intuición para saber descubrir quién está necesitando de nuestro acercamiento, de nuestra comprensión, de una muestra de cariño y aprobación, de un poco de nuestro tiempo…

El Dios encarnado que tomó nuestra misma piel para comunicarse con nosotros y que podamos entenderlo, es el maravilloso ejemplo de acercamiento y empatía que nos debe inspirar a solucionar las diferencias, a perdonar y recuperar la paz, el buen trato y la armonía que nos darán la mayor alegría para realizar una entrañable celebración familiar del cumpleaños de Jesús.

Estas semanas que generan tanta agitación en los niños, en los adultos, en el ambiente en general debemos aprovecharlas para rescatar lo que pueda haberse perdido en nuestra familia: el diálogo, las muestras de cariño, las reuniones o salidas juntos… El tiempo con los hijos es muy corto y no se puede desperdiciar el que nos queda para realizar nuestra tarea parental lo mejor posible.

Además de los regalos materiales que los niños no perdonan, propongan a sus hijos darse un regalo espiritual entre todos, con significado, personal, entregarse cada uno en una acción, compromiso o promesa a ser cumplida siempre.

Creo que este tipo de regalos en el seno familiar harían sonreír mucho al cumpleañero Jesús. Son los que le agradan de verdad: que el amor se expanda, genere fortaleza y comunión en el seno familiar.

¡Feliz Navidad! (O)