Persisten ciertos seguidores del expresidente en su intento de que la Corte Constitucional rechace la pregunta planteada en la consulta popular respecto de la eliminación de la reelección indefinida, insinuando que se trata de una propuesta “regresiva” en derechos y que cualquier cambio al respecto debería ser tratado en una Asamblea Constituyente, olvidando por completo que fue introducida por el anterior gobierno como una simple enmienda constitucional sin la previa y necesaria aprobación popular; en ese sentido, cualquier alusión a que la eliminación de la reelección indefinida solo debería ser tratada por una Asamblea Constituyente es la prueba más clara de que tras el amague legal lo que existe es un desborde político con innegable vocación caudillista.

En todo caso, debe mencionarse que la eliminación de dicha reelección indefinida no constituye, de ninguna manera, una regresión en cuanto a derechos; más bien al contrario, la reelección indefinida es la que, contribuyendo a la figura del hiperpresidencialismo, desnaturaliza no solo el principio de separación de poderes, sino también la esencia de una democracia participativa y vigorosa, como lo demuestran múltiples ejemplos de países que han desarrollado un comportamiento democrático acorde con las exigencias de los tiempos contemporáneos. En el contexto de la discusión planteada, no debe olvidarse que en el gobierno anterior se sostenía como proclama fundamental que “la alternancia la decide el pueblo en las urnas”, a lo que se debe sumar el hecho de que el pensamiento político del anterior régimen estaba basado, en gran parte, en su admiración hacia líderes o gobernantes para quienes la alternancia en el poder era un simple entretenimiento burgués.

Coincidentemente se daban a conocer en los últimos días noticias acerca de la aparente destitución de Robert Mugabe, quien ejerció el poder en Zimbabue por el lapso de 37 años, “caricatura del déspota africano” como mencionaba la información de este Diario; la trayectoria de Mugabe es digna de estudio, pues con el paso del tiempo se demostró que su interés por el poder desbordaba cualquier cálculo o previsión democrática, llegando a límites insospechados de represión e intolerancia, a lo que se debe agregar su inclinación a responsabilizar de todos los males de su país a las sanciones impuestas por los países occidentales; sus críticos señalan que no tuvo empacho en impulsar grandes fraudes en los procesos electorales, lo que le permitió mantener el poder durante tantos años, más allá de que no haya podido cristalizar su deseo de cumplir su cumpleaños 100 en el poder.

¿Por qué cito a Mugabe en la crítica a la reelección indefinida? Muy simple: porque la sombra del gobernante africano fue tomada por el régimen anterior como vigorosa demostración de que no era necesaria la alternancia democrática en el poder y que, claro, todo lo decidía el pueblo en las urnas, bastando recordar un tuit escrito por el entonces canciller Patiño, quien enaltecía el hecho de que “a pesar de estar 33 años en el poder”, Mugabe había alcanzado el 74% de los votos. Que gobierne por siempre y para siempre con el amor de su pueblo o, lo que lo mismo, larga vida al “rey”. (O)