De muy poco sirven las advertencias sobre un nuevo escándalo lanzadas vía Twitter por Rafael Correa y las maniobras de Augusto Espinosa en la Asamblea Nacional para esconder el delirio y la alucinación que inspiraron el proyecto Yachay. Las nuevas autoridades de la Senescyt lo han calificado de un gran fracaso. Un delirio costosísimo, como se advirtió tiempo atrás, de los brujos revolucionarios que fantasearon con la Ciudad del Conocimiento y un nuevo modelo de desarrollo. Derrocharon dinero y montaron shows para convencer a la opinión pública de los éxitos alcanzados. Yachay desnuda a la Revolución Ciudadana: dispusieron del Estado y sus recursos desde una lógica patrimonial; creyeron que gobernarían cuando menos medio siglo; que eran invencibles políticamente; y nunca sintieron una obligación democrática genuina de rendir cuentas de su gestión. Mostrados en sus costuras, los correístas solo tienen un grito en contra de los morenistas: ¡desleales, traidores, mediocres!

Pero Yachay es un conjunto de datos, hechos, realidades, que los informes de las nuevas autoridades de la Senescyt documentan y detallan. La lista de ineficacias, derroches y abusos es larga: la mitad de las hermosas y fértiles 4.500 hectáreas expropiadas en Urcuquí abandonada; una burocratización delirante con 740 empleados en la Empresa Pública Yachay operando desde Quito, a un costo anual de 13,5 millones de dólares en sueldos; edificios inconclusos y algunos de ellos con fallas estructurales; ausencia de alcantarillado para una ciudad que debía albergar 17 mil personas el 2018; pobrísima inversión privada en el desarrollo de los proyectos tecnológicos que sustentarían el nuevo modelo de desarrollo; e informalidad de contratos por 43 millones de dólares. Yachay Tech, llamada a ser la joya de la corona, carece de aulas –hay apenas 12 para 1.100 estudiantes–, de laboratorios y de residencias para los alumnos. Todo esto añadido a los jugosos sueldos percibidos por los académicos del Comité Gestor cuya residencia estaba en el exterior.

En algunos casos, las autoridades de la Senescyt solo han confirmado lo que se había denunciado tiempo atrás. Martín Pallares, por ejemplo, denunció en febrero, en plena campaña electoral, el show organizado por René Ramírez, con ceremonia inaugural incluida, para anunciar la inversión de 3.000 millones de dólares por parte de la empresa Tesla Motors en la instalación de una planta de vehículos eléctricos. Las nuevas autoridades confirman que dicho proyecto, al que Correa calificó como la inversión privada más importante en la historia del Ecuador, no existe. ¿Cómo puede ser que un funcionario actúe de esa manera frente a la opinión pública? Hasta donde se conoce, Ramírez no ha dado ninguna explicación de su conducta, simplemente hace mutis por el foro. Con seguridad, no sentía obligación alguna de rendir cuentas ni explicarle a la sociedad sus decisiones como gestor de un proyecto emblemático de la Revolución Ciudadana en el que se gastaron 347 millones de dólares en cinco años.

Los yachays de nuestra revolución se creían geniales, llenos de honores académicos, miraban a todos los demás desde las alturas de sus delirios, de sus vuelos, desde su moral superior. Pero a la vuelta de la esquina son sus propios coidearios los encargados de mostrar su incompetencia, sus engaños y su infinita arrogancia desde el poder. (O)