En días pasados escuché a un nuevo ministro explicar su plan de trabajo para desarrollar la cartera de gobierno que le ha sido encomendada, y aunque el turismo no está entre mis competencias, me sorprendió gratamente escucharlo hablar de objetivos, propósitos, programas de acción, métodos, procedimientos y alternativas; todo con argumentos sencillos pero prácticos y realistas, y con una contagiosa convicción de poder alcanzar los más altos niveles de eficiencia en su gestión.

En estas condiciones se vislumbra provechosa una mesa de diálogo de las planteadas por el Gobierno, porque la conversación se iniciaría con una propuesta elaborada, con cuerpo y fundamento, sobre la cual se podría comentar, razonar, cambiar, corregir, aprobar, aumentar, disminuir, en fin, suficientes argumentos para discutir y alcanzar consenso.

La invitación al coloquio nacional debe presentar un punto de partida para la discusión, y ese argumento debería ponerlo el Gobierno por medio de su representante ministerial, quien debería tener, como es lógico, un plan de acción para su administración y que sería el tema base sobre el cual giraría la interlocución.

Si las partes se presentaran a parlamentar sin ninguna propuesta establecida, se correría el riesgo de que la plática se diluya en un sinfín de ideas inconexas que no permitirían alcanzar ninguna ponencia válida y, menos aun, importante. Esto es lo que me temo le espera a la mesa de diálogo sobre agropecuaria, puesto que no se ha escuchado ni un bosquejo siquiera de algún plan de gobierno firme, solamente aquella ingenua ponencia de la “minga agropecuaria”, sobre la cual ya tratamos en el anterior escrito.

Aquel gastado discurso de conceder más préstamos para desarrollo no tiene validez, mientras no se cambien las políticas de financiamiento que mantienen un carácter elitista y discriminatorio, y que impiden el acceso democrático de especialmente el sector de la producción para consumo interno, que justamente lo conforman pequeños y medianos productores que los gobiernos de turno aseguran querer ayudar.

Cualquier propuesta que propenda al mejoramiento de la eficiencia y productividad requiere de la incorporación de equipo, maquinaria, infraestructura y adecuación de edificaciones, que solo son posibles con financiamiento, y mientras este no se democratice llegará solo hasta algunos pocos.

Bajas tasas de interés no es una panacea, porque está comprobado que es más importante la conformación del flujo de las obligaciones, que debería ser compatible con el flujo de generación de ingresos del proyecto.

Es fundamental, en cambio, poner en la palestra la exigencia de exageradas coberturas de las garantías; ninguna valoración de los proyectos como respaldo para la calificación de los solicitantes; la disparatada obligación de codeudores y garantes con calificación de solvencia, aun después de coaccionar al prestatario para contratar un seguro por el monto del financiamiento; el absurdo mandato de utilizar tablas de amortización que generan flujos de obligaciones totalmente contrarios al sentido del flujo de ingresos de toda actividad agropecuaria; la implementación de términos y condiciones preestablecidos y generalizados, sin entender que la actividad agropecuaria tiene sus particularidades específicas que la hacen diversa, evolutiva, cíclica, miscelánea y versátil.

Definitivamente, la política para la concesión de préstamos para desarrollo es un buen tema para iniciar el debate, pues aunque hay muchos argumentos necesarios para la reactivación agropecuaria, todos dependerán de la reconformación de las políticas de financiamiento, pues cualquier propuesta que propenda al mejoramiento de la eficiencia y productividad requiere de la incorporación de equipo, maquinaria, infraestructura y adecuación de edificaciones, que solo son posibles con financiamiento, y mientras este no se democratice llegará solo hasta algunos pocos.

La esperanza es que ahora tenemos una ministra de Agricultura con preparación en ciencias económicas y administrativas, que de seguro domina la cuestión crediticia, solo esperamos que incluya en su equipo de trabajo a profesionales agropecuarios que complementen las razones técnicas adecuadas para aplicar sus destrezas económicas a las necesidades del sector. (O)