El “dinero electrónico” es una forma de innovación financiera de pagos al por menor que fomenta la inclusión financiera, contribuye a reducir los costos de las transacciones, particularmente, de aquellas personas que no tienen acceso a productos y servicios financieros, por encontrarse en áreas rurales y/o regiones aisladas, haciendo poco necesario crear una infraestructura física de oficinas.

El “dinero electrónico” es un valor en dólares prepagado por “Juan”, a cambio se registra a su nombre fondos en su dispositivo electrónico, igual que en una tarjeta prepago. Fondos que los puede utilizar para hacer pagos en distintos comercios (tienda María, Pan Bueno, ferretería, cooperativa, etcétera); mientras más sitios, mejor, significa que tiene aceptación generalizada.

No más vueltas. Es claro que el “dinero electrónico” es similar a una tarjeta de débito. En varios países que han avanzado en procesos de inclusión financiera, beneficiando a los sectores de bajos ingresos, los “ecosistemas de pago móvil” se desarrollan de manera colaborativa sector público-privado, amplían la calidad y competencia de servicios financieros y los bancos centrales juegan el rol de reguladores eficientes y proactivos, como lo hemos mencionado desde el año 2012.

Los “ecosistemas de pago móvil” consisten en una aplicación de teléfono celular o cualquier dispositivo electrónico, regulada preventiva y adecuadamente, en la que se nos ofrece no solo dinero electrónico, sino cualquier medio de pago (tarjetas de débito, crédito, pago, etcétera) y, de acuerdo con nuestras necesidades, confianza y conveniencia, decidimos cuál utilizar. Los beneficios son la facilidad de manejo y reducción de riesgos, las diversas tarjetas y dinero electrónico están integradas en un único dispositivo electrónico de fácil uso, codificado con la cédula de identidad. Además de conseguir la ganancia para la economía que busca el Banco Central, reducir el uso de efectivo.

En varios países que han avanzado en procesos de inclusión financiera, beneficiando a los sectores de bajos ingresos, los “ecosistemas de pago móvil” se desarrollan de manera colaborativa sector público-privado, amplían la calidad y competencia de servicios financieros y los bancos centrales juegan el rol de reguladores eficientes y proactivos.

No más vueltas con el dinero electrónico, avancemos en una “Estrategia de Inclusión Financiera País” con la activa participación del sector público, de las instituciones financieras de la economía popular y solidaria (IFEPS), banca privada (BP), mutualistas, sector real, telefónicas, universidades, entre otros, dentro de la cual el desarrollo e implementación de un “ecosistema de pagos móviles” (incluido el dinero electrónico) se oriente a:

i. Responder a la demanda y conveniencia de los usuarios.

ii. Funcionar en todo tipo de aparato móvil y teléfono celular, sin saldo e internet.

iii. Coordinar el accionar del sector público con las empresas privadas, ofertando preferencialmente una marca única.

iv. Liberar el acceso (interoperabilidad) entre operadores celulares y emisores de dinero electrónico. Logrando economías de escala por volúmenes de transacciones, ahorrando costos a los clientes.

Señor presidente, esta es una apuesta ganar-ganar. El “ecosistema de pagos móviles” funcionará emulando lo hecho por 59 economías a nivel mundial, quienes han complementado la “Estrategia de Inclusión Financiera” con la “Estrategia Nacional de Educación Financiera”, según recomendaciones de la OCDE, iniciando con un diagnóstico comparable a nivel internacional del nivel de conocimientos, habilidades, actitudes y conductas en educación financiera de la población. Asunto que es posible de alcanzar en el marco propuesto por la Senescyt técnico y abierto al diálogo. (O)