Lo cierto es que no estamos en el mismo planeta de hace poco, debemos adaptarnos. Las placas tectónicas se han movido. También el statu quo en los grandes países jugadores.
Tenemos a una Europa fragmentada, con un paisaje político cambiante. Vendrán elecciones generales en Francia, Holanda, Alemania en 2017, con posibles sorpresas. El disparo del brexit, que ahora el parlamento de Reino Unido trata de dosificar, fue el detonante que deshilachó el largo velo penelopino de la Unión Europea: una Europa en vilo, con niveles de deuda insostenibles, estancamiento del crecimiento económico, desconexión entre los políticos y élites con los jóvenes que no encuentran empleo; gap económico entre los países industrializados del norte y los del sur. Las expectativas de ser parte de la Unión Europea (UE) varían dependiendo del cristal con que se las mire: los países periféricos aspiran a ser rescatados financieramente; y los fuertes, a limitar su obligación de rescatar a los primeros, vía el control de sus políticas financieras.
Verdad o reto, los plebiscitos dan que temer ahora en Europa, la más grande asociación democrática del mundo. Siguiendo el patrón brexit, Italia votó “no” en su reciente plebiscito, rechazando la reforma constitucional para reducir los poderes del legislativo, la disminución de los niveles de endeudamiento y la burocracia. Una Italia asolada por alto desempleo, descenso en el PIB y el abandono de la UE frente a la migración africana, vota contra las políticas de austeridad de la UE. Como consecuencias de esta derrota reformista, renuncia el primer ministro Matteo Renzi y se aprueba un rescate bancario. Siendo Italia la cuarta potencia económica de la comunidad, el posible impacto de esta situación sobre el euro y la estabilidad comunal son de considerar.
Habrá que ver qué pasa con las relaciones de la UE con Estados Unidos ahora con su flamante presidente Trump y su nueva América grande, quien ofreció en campaña reducir contribuciones a la OTAN y la defensa de Europa si no se ven aportes recíprocos. También habrá que ver la evolución de las relaciones con Rusia.
Y en cuanto a EE. UU., también cambió. Los jóvenes y las clases populares quieren un cambio de sistema, no va más el establishment. Apostaron a un cambio arriesgado, pero cambio igual. Las relaciones de EE. UU. con el resto del mundo también tendrán algún giro, se espera un enfoque hacia lo doméstico y un enfriamiento de su presencia en el concierto internacional.
¿Será que los emporios y las grandes uniones están hechos para las buenas épocas y tambalean en las duras? Cualquier ente grande no es sino una amalgama de varios y probablemente diversos entre sí... En las dificultades, las diferencias nos fragmentan y parcializan. Así que los cambios son de esperarse. Las élites políticas y económicas deben evolucionar, conectándose con el ciudadano común, con los jóvenes y con las masas. Un mundo integrado tecnológicamente necesita ahora una integración social y política, incorporando al concierto de opinión a quienes tradicionalmente han estado apartados, siendo mayoría y muchas veces la mayoría afectada. Hay que ubicarse sobre las placas tectónicas ya asentadas. (O)