En relación con la reciente destitución de Dilma Rousseff en Brasil, opiniones de lado, no cabe duda de que el Poder Legislativo de Brasil utilizó una herramienta existente en su ordenamiento jurídico para aplicar la pena máxima a una de sus autoridades: el retiro del mandato. Y así, despidieron a Dilma y “contrataron” a un nuevo primer mandatario.

En el caso de Brasil, usted y yo podemos estar o no de acuerdo. Podemos conjeturar sobre el uso de ciertas disposiciones legales o la idoneidad de los acusadores; pero eso siempre queda en el ámbito de las opiniones privadas.

Peor aún si muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras desde las más altas funciones del Estado participaron activamente en el, ese sí, derrocamiento de Lucio Gutiérrez.

Pero si es un gobierno, en representación de un pueblo, el que lo hace y de manera oficial, coincidiremos en que todo pronunciamiento debe mantener una línea de coherencia inquebrantable.

Hace pocos meses, el gobierno ecuatoriano ha empezado a tratar de ponerse al día con una tarea que tiene pendiente desde sus inicios: el comercio exterior; o más bien dicho, un fomento decidido a las exportaciones ecuatorianas.

En recientes declaraciones de funcionarios de alto nivel de este régimen, se habría manifestado el interés por dejar de ser un miembro asociado en Mercosur y convertir a Ecuador en un miembro pleno. Mercosur que, recordemos, tiene como socios principales a Brasil y Argentina. Cito aquí un dato de Senplades, según el cual, el 62% de las ventas ecuatorianas al Mercosur se envía a Brasil.

Tomada la decisión desde arriba, se dieron algunos pasos para enfilar nuestras energías hacia ese horizonte. Y cuando pensábamos que íbamos a empezar a venderle más a Brasil, se va Dilma.

Entonces les entró nostalgia por la tendencia y retiramos a nuestro embajador; y, para que no quede duda de que estamos realmente furiosos, retiramos también a nuestro encargado de negocios en ese país. No importa lo que se decidió, ahora solo importa nuestra postura ideológica. Y volvemos a fojas cero en lo que a comercio se refiere.

Pregunto entonces, ¿se merece el sector exportador este vaivén? O más bien, ¿se merece el país este cambio de opiniones repentinas, sujetas a humores y posturas personales?

¿O será que nuestro departamento de ventas está en conflicto con el área administrativa? Y en esos casos, ¿por qué no tenemos una cabeza fría que dirima entre lo que nos “provoca” y lo que nos “conviene”?

¿O será tan difícil identificar los puntos de conveniencia y trabajar por ellos, sin distraernos en cuestiones coyunturales?

Políticas de Estado le llaman...

Siendo la voluntad política de un gobierno la que permite avanzar en estas materias, y considerando el poco tiempo que ya le queda al actual, no nos queda sino esperar que el próximo, en esta importante materia, sobreponga los intereses de 14 millones de ecuatorianos, por encima de ideologías o pasiones personales, a ver si logramos llegar a Brasil con la fuerza que habíamos decidido antes de la salida de Dilma. (O)