Nuestro invitado
Marcelo Moncayo Theurer
Meditando sobre nuestra bella ciudad Guayaquil, en este su onomástico, tratando de reentender sus orígenes, me encontré con lo siguiente:
“Guayaquil es reconocida a nivel mundial como una de las ciudades más populosas de Sudamérica, siguió creciendo en exportaciones e importaciones; es esta ciudad la que receptaba más del 60% del ingreso percibido por la real audiencia de Quito. A pesar de su potencial comercial, Guayaquil permanecía abandonada, sin pavimento en sus calles que eran grandes pozos de lodo, el cabildo no tenía dinero suficiente para enfrentar estos gastos, ya que los impuestos iban al gobierno central”. Esta lectura describe la situación de la ciudad en 1730.
Santiago de Guayaquil, luego de unos inicios turbulentos en los que tuvo que enfrentar el rechazo de los habitantes aborígenes del sector y siendo tratada como un pueblito marginal por el poder central, como una zona de carga y descarga de mercaderías, dio un salto magistral a escribir su propia historia en el siglo XVIII.
Trescientos años de historia, siendo uno de los puertos más importantes de Sudamérica, siendo blanco de constantes ataques de corsarios enviados del Viejo Mundo, por los enemigos de España, situación que era ajena a la vida del guayaquileño.
A pesar de la adversidad, Guayaquil permanecía altiva y pujante, productora, vivaz, alegre, siempre propositiva, creciendo comercialmente. Tanto ayer como hoy, Guayaquil provee de un alto porcentaje de los ingresos fiscales de los gobiernos de turno. Trescientos años aportando más allá de lo que debería, ya que siendo un 23% de la población nacional, debería aportar en igual porcentaje, económicamente hablando, pero Guayaquil que se caracteriza por su corazón generoso, por siglos, ha aportado al fisco casi el triple de recursos de lo que su demográfica le demanda.
Trescientos años de una historia plagada de heroísmo y patriotismo, héroes anónimos que guardan en sus corazones el amor a su terruño y una lucha incansable por sacar adelante a sus familias, mentes lucidas y futuristas que viven en un permanente cambio.
Santiago de Guayaquil es una ciudad de corazón abierto, donde todo ecuatoriano es guayaquileño siempre que ponga el hombro para trabajar. Una ciudad que vive de día y vive de noche; durante el día el sol la pone a hervir e incrementa la hermosura de sus paisajes. Por las noches, las tenues bombillas dibujan trazos y la luna refleja su mágica luz sobre los guayaquileños que nunca descansan.
Hoy por hoy es una metrópoli orgullosa, que se descubre minuto a minuto, una cantera de hombres y mujeres emprendedores que miran al futuro, que dejan a un lado el turbio ambiente político y continúan. La adversidad y los perversos persisten, pero Santiago de Guayaquil prevalecerá.
Nuestra hermosa Guayaquil, y aunque redunde, es cada día más hermosa, cada día más cálida, cada día más acogedora. Nuestra hermosa Guayaquil no sucumbe ante ideologías advenedizas, aquí hay herencia, trescientos años de trabajo duro, trescientos años de aportar un alto porcentaje del presupuesto de los gobiernos de turno, trescientos años de ser el principal puerto del Pacífico en Sudamérica, por ello llamada la “Perla del Pacífico”. Después de trescientos años de trabajo duro, Guayaquil no ha cambiado, ¡sigamos adelante! (O)
Santiago de Guayaquil es una ciudad de corazón abierto, donde todo ecuatoriano es guayaquileño siempre que ponga el hombro para trabajar.