EE.UU

Quiero hablar hoy acerca de la horrenda tragedia humana de Orlando. Sin embargo, en primer lugar quiero hablar sobre Hiroshima; o más precisamente, el profundo discurso que el presidente Barack Obama prenunció allá el 27 de mayo que se perdió en todo el ruido de la campaña aquí.

Hiroshima, sugirió Obama, representa un mundo en el cual por primera vez en la historia un país poseía el poder para matarnos a todos nosotros… y si tuvo que ser algún país, me alegra que haya sido Estados Unidos. Pero actualmente, dijo, estamos entrando a un mundo en el que pequeños grupos –pronto, quizá incluso una sola persona súper empoderada– será capaz de matarnos a todos; por lo tanto, más valdría que empezáramos a pensar en las implicaciones morales de a dónde nos está llevando la tecnología.

"La ciencia nos permite comunicarnos a través de los mares y volar encima de las nubes, curar la enfermedad y entender el cosmos, pero esos mismos descubrimientos pueden ser convertidos en máquinas de matar cada vez más eficientes", notó el presidente. "Las guerras de la era moderna nos enseñan esta verdad. Hiroshima enseña esta verdad. El progreso tecnológico sin un progreso equivalente en instituciones humanas puede condenarnos. La revolución científica que condujo a la división del átomo requiere igualmente de una revolución moral".

Lo que el presidente estaba describiendo es el tema estratégico central de nuestro tiempo: la creciente disparidad entre la acelerada evolución combinada de nuestro arrojo tecnológico y el poder que esto le da a un solo individuo o grupo para destruir en gran magnitud (actualmente una persona puede fabricar su propia arma con una impresora 3-D), y el paso de nuestra evolución moral y social para gobernar y usar estos poderes con responsabilidad.

Y eso me lleva a la matanza de Orlando; a qué pasa cuando, en menor magnitud, nos negamos a imaginar nuevamente los cambios sociales y legales que necesitamos para manejar un mundo en el que un perdedor ahora puede matar a muchísimas personas inocentes. La noción de que una persona de ese tipo –cualquier persona– debería ser capaz de comprar un rifle de asalto tipo militar es una locura. Que el Partido Republicano no pueda ver la sensatez de leyes sobre armas con sentido común es meramente suplicar matanzas mayores.

Al mismo tiempo, año tras año, seguimos viendo a jóvenes hombres musulmanes extrayendo inspiración y permiso del islam para matar grandes números de civiles en Occidente e, incluso más, matar a otros musulmanes en tierras musulmanas.

He vivido durante demasiado tiempo en el mundo musulmán y experimentado la decencia de comunidades musulmanas, para creer esto no tiene nada que ver con las versiones del islam contrarias a los gay, a los transgénero, en contra de las mujeres y contrarias al pluralismo religioso que son promovidas con demasiada frecuencia por fuentes en el mundo árabe, Pakistán y Afganistán.

Los sitios en línea, redes sociales y mezquitas que promueven estas ideas intolerantes pueden "encender" a almas perdidas en cualquier lugar del mundo. Hasta que eso se detenga, tan solo estamos esperando al siguiente París, Bruselas, San Bernardino u Orlando.

Además, lo único que puede detenerlos viene del interior: un significativo movimiento masivo por parte de gobiernos musulmanes, clérigos y ciudadanos por deslegitimar esta conducta. Hace falta una comunidad y se detiene solo cuando la aldea claramente dice: "¡No más!" Además, eso no se ha dado en la magnitud y consistencia que se necesita para que verdaderamente ocurra.

Finalmente, en una era en que los individuos pueden volverse súper empoderados, necesitamos asegurar que nuestro gobierno tenga todos los poderes de espionaje que necesite –bajo una revisión judicial apropiada– para vigilar y arrestar a extremistas violentos de todo tipo. Los tipos malos tienen ahora demasiadas herramientas para eludir la detección.

Obama cerró su discurso en Hiroshima con palabras que fácilmente podrían haberse dicho de Orlando: "Aquellos que murieron, son como nosotros… Ellos no quieren más guerra. Preferirían que las maravillas de la ciencia se enfocaran en mejorar la vida y no eliminarla. Cuando las decisiones tomadas por naciones, cuando las decisiones tomadas por líderes, reflejan esta simple sensatez, entonces la lección de Hiroshima ya terminó".

Necesitamos tomar decisiones apropiadas para nuestra era cuando la tecnología puede amplificar a tal grado el poder de una. Necesitamos leyes de armas con sentido común, leyes con sentido común en igualdad de género y pluralismo religioso.

Sin embargo, se requieren líderes con sentido común, no los que piensan que se puede hacer que desaparezcan las complejidades de esta era con bombardeos, muros, voluntad o insultos. Deténganse por un momento y reflexionen sobre cómo habría sido esta semana si Donald Trump hubiera sido presidente: el bombardeo de área o saturación que habría ordenado en Oriente Medio, el temor y aislamiento que su prohibición contra musulmanes habría engendrado en cada musulmán-estadounidense, la alegría que habría sentido Estado Islámico de estar en guerra con todo Estados Unidos, la licencia que esto le habría dado a locos en nuestra propia sociedad para atacar una mezquita con bombas incendiarias. Además, la repercusión que eso engendraría entre musulmanes por todo el mundo, los más radicales de los cuales estarían atacando con bombas incendiarias nuestras embajadas. Cuando Estados Unidos se vuelve loco, el mundo se vuelve loco.

No coincido con Obama en lo tocante a todos los aspectos de este tema, pero el tipo está pensando profundamente y actuando con responsabilidad. Trump está reaccionando rápido y sin pensar, rociando de insultos los 360 grados, diciendo mentiras, atizando temores y lanzando amenazas que muchos en nuestras fuerzas armadas y el FBI se negarían a poner en práctica. Si ustedes, senadores e integrantes republicanos del Congreso apoyan a Trump para presidente, él será su dueño… y ustedes serán dueños de todo lo que él haga.

© The New York Times 2016.