El Ecuador acaba de sufrir la devastación de un fenómeno natural. Todos unidos en la solidaridad para rescatar a los sobrevivientes y al menos identificar a quienes no tuvieron esa suerte.

Tras lo principal –que son las dolorosas pérdidas humanas– viene la destrucción de las infraestructuras: carreteras, hospitales, servicios públicos, viviendas, y su necesaria reconstrucción para que los sobrevivientes puedan reinsertarse en su propia comunidad y comenzar de nuevo sus vidas y su trabajo junto con lo que queda de sus familias. Esto atenuaría en lo posible un doble trauma: el dolor de las pérdidas sufridas más el destierro. Inevitables todas estas secuelas. Tomará su tiempo y su medida superarlas.

Es verdad que la responsabilidad principal es del Estado, vía gobierno central y gobiernos seccionales de las localidades más afectadas. Pero allí nacen las preguntas de rigor: ¿pueden hacerlo solos? ¿Deben hacerlo solos? ¿Quiénes más debieran, al menos moralmente, ser partícipes de esta reconstrucción?

Es algo parecido a una situación posguerra: pérdidas y desapariciones humanas masivas; destrucción de los servicios básicos de electricidad, agua, comunicaciones de todo tipo; devastación de infraestructuras y, sobre todo esto, la ingente carencia de recursos económicos para reconstruir todo lo afectado y compensar en alguna forma a los damnificados. Los países afectados por guerras tardan prácticamente una década en recuperar los niveles previos existentes en los últimos años. Es como retroceder en el tiempo para comenzar de nuevo en 10 años...

Es la hora de la solidaridad sacrificando todos un poco, pero también de la creatividad para buscar soluciones adicionales. Podríamos fijarnos en cómo lo hicieron los países que han superado una guerra. Tal vez al Ecuador le toque mirar esas experiencias de la historia ¿Cómo se levantó la asolada Europa de la Segunda Guerra Mundial? ¿Y los golpeados países de la Cortina de Hierro luego de la caída del Muro de Berlín? Recetas que podríamos domiciliar ajustándolas a nuestra actualidad.

Viviremos una etapa de transición, en la cual y a pesar de los enormes esfuerzos de las personas particulares, lo que realmente se necesita para superarla son ingentes recursos económicos y profesionales especializados en estos temas. Será de mucha preferencia que el dinero que se asigne a la reconstrucción, se obtenga no solo directamente del erario nacional sino también de la cooperación (ojalá no reembolsable) internacional. Más aún, tal vez podamos orientar una salida para esta tragedia hacia el fortalecimiento del objetivo nacional vigente de atraer capitales privados extranjeros: ¿Qué tal idea podría ser otorgar medidas específicas de fomento en las provincias más afectadas? ¿Estimular allí a las inversiones frescas, declararlas zonas de libre comercio y con exenciones tributarias? ¿Atraer allí profesionales de las ramas más necesarias vía incentivos? Medidas de esta naturaleza facilitarían el acceso a capitales de inversión y su efecto multiplicador. Quién sabe si se logre no solo reconstruir la ahora “Zona 0” ecuatoriana, sino además dotar a los sobrevivientes de una nueva oportunidad de vida con un potencial de mayor progreso que lo que tuvieron anteriormente. Claro, nada de esto devuelve las vidas perdidas pero procuraría al menos un leve consuelo a los milagrosos sobrevivientes. (O)

Tal vez podamos orientar una salida para esta tragedia hacia el fortalecimiento del objetivo nacional vigente de atraer capitales privados extranjeros: ¿qué tal idea podría ser otorgar medidas específicas de fomento en las provincias más afectadas?