Leyendo la carta de Fidel Castro publicada en el diario habanero Granma que ha tenido amplia difusión por las redes sociales y cuyo tema es la visita a Cuba de Barack Obama, me viene a la memoria la bella frase de Margarite Yourcenar en Memorias de Adriano, cuando al referirse a un pasaje de la vida del emperador califica a sus reflexiones como “la meditación escrita de un hombre mayor que da audiencia a sus recuerdos.”

Las declaraciones de los líderes de renombre mundial como Castro causaban impacto y generaban impresión hace 30 o 40 años, mas no creo que ahora tengan el revuelo que se les quiere dar, pues eso de que “no necesitamos que el imperio nos regale nada, nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos porque ese es nuestro compromiso” es una frase correcta, como debe ser, la que no debería causar sorpresa ni tener mayor relevancia mediática. Lo legal y lo pacífico es lo normal en circunstancias también normales, lo sorprendente hubiera sido lo contrario.

Primero, porque ningún pueblo debe vivir de dádivas; segundo, porque la nación cubana ha vivido con grandes carencias durante el régimen castrista; y tercero, porque es natural que a estas alturas de la historia, lo menos que se puede pedir a Castro es que siga manteniendo la dignidad de no recabar auxilio, aunque él llevó a Cuba hacia el naufragio luego de rescatarla de otro naufragio.

He visitado Cuba en dos ocasiones en los últimos 20 años y he podido comprobar –sin deseos de polemizar con nadie– que a medida de que existía mayor apertura hacia el mundo exterior y se hacían menos rígidos los controles a las libertades y se respetaban un poquito más los derechos humanos, se notaba algo de progreso y algo de alegría en la gente, todo apreciable a la simple vista, sin rigores científicos ni encuestas académicas.

Sobre Cuba ha habido muchos mitos: unos acerca del desarrollo de su gobierno en temas específicos como educación y salud, y otros en contra por los excesos del régimen en asuntos de libertades y derechos humanos, y en ambos casos creo que podría utilizarse la expresión coloquial, muy popular, ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.

No viene al caso que el texto de la carta que comento trate de explicar, ahora, la intervención de tropas cubanas –hace varios lustros– en el continente africano en las excolonias del “fascismo portugués” Angola y Mozambique, pues parece evidente que un país como Cuba, con tantas dificultades de subsistencia, entre ellas algunas esenciales, no debía haber intervenido en una guerra lejana sacrificando vidas humanas y recursos económicos fuera de sus fronteras en perjuicio de su propio pueblo. La ideología está muy bien, cada uno se conduce dentro de lo que cree, pero primero está la gente, especialmente la gente pobre que era y es la inmensa mayoría en Cuba.

Las expresiones de Castro hay que respetarlas como todas las que provienen de una mente culta con experiencia de política y de vida, sin considerar, por lo menos desde mi evaluación en este análisis, el daño o el bien que esa mente pudo causar a millones de seres humanos. (O)