El 14 de julio de 2015 es un día que quedará marcado en la historia de la humanidad. Ese día alcanzamos Plutón, el otrora noveno y más distante planeta del sistema solar y, además, el último que nos faltaba por explorar.
Aquel día la sonda de la NASA New Horizons, con una velocidad de 57.600 kilómetros por hora, pasó a menos de 10 km de Plutón. Y en ese fugaz instante completó una serie de experimentos –que incluyen fotografías de alta definición– cuyos resultados ya empezaron a ser enviados a la Tierra y que seguirán conociéndose durante los próximos meses.
Actualmente Plutón es considerado un “planeta enano”. Su degradación está directamente relacionada con los criterios determinados por la Unión Internacional de Astronomía para la identificación de los planetas: estos deben tener una órbita circular plana y libre de residuos estelares. En el caso de Plutón su órbita es elíptica, transversal y no está libre de residuos, entre otras cosas, por su intersección con la órbita de Neptuno. Así, pues, parece mucho más apropiado y menos nostálgico clasificar a Plutón como el primero de los cuerpos estelares que conforman el llamado Kuiper Belt, el cinturón que circunda los extremos del sistema solar después de la órbita de Neptuno, que contiene un remanente de asteroides, literalmente, congelados en el tiempo hace billones de años.
Ahora bien, el problema principal para llegar a Plutón siempre fue la distancia. Es cierto que el tamaño de Plutón también es problemático, pues apenas abarca la sexta parte de nuestra luna. Pero es que, además, está tan lejos de la Tierra que, para ponerlo en perspectiva, las señales que envía la sonda New Horizons se demoran más de 4 horas en llegar hasta nuestro planeta, ¡pese a viajar a la velocidad de la luz! Con estos problemas bajo la mira, la misión de alcanzar un objeto tan pequeño y tan lejano –dentro de un plazo razonable– debía contar con una nave marcadamente rápida y precisa. La NASA apostó por la sonda espacial New Horizons, el resultado de más de década y media de investigación, que el 19 de enero de 2006 despegó desde Cabo Cañaveral con destino al más distante objeto del sistema solar.
Desde ese momento la sonda se convirtió en el objeto más rápido construido por el hombre en toda su historia. Así, por ejemplo, llegó a la Luna en menos de 6 horas –en contraste con los 4 días que les tomó a los astronautas del Apolo XI hacer lo mismo en 1969– y, utilizando la inmensa gravedad de Júpiter a modo de catapulta, alcanzó velocidades nunca antes vistas en naves espaciales, lo que permitió acortar por casi 2 años su tiempo de llegada al planeta enano.
Esta última circunstancia, por cierto, no fue fruto del azar sino de una planificación tan acabada como pieza de relojería suiza. En efecto, si la NASA no lanzaba la sonda hasta el 2006, el mundo hubiera tenido que esperar más de 200 años para que se pueda volver a aprovechar la gravedad de Júpiter al mismo tiempo en que Plutón se volviera a situar en el punto más cercano a la Tierra. Esta es la razón por la cual New Horizons pasará solamente una vez cerca de Plutón sin detenerse ni orbitar a su alrededor.
En todo caso, con New Horizons se ha terminado toda una era de exploración espacial en torno al sistema solar. En nuestra condición de especie humana, hemos llegado finalmente a contemplar sus fronteras. Y algo que antes no era nada más que un pixel, se traduce ahora en un conjunto de imágenes que dan vida a montañosas cordilleras de hielo, inmensos cráteres, placas tectónicas y una ligera atmósfera plutoniana –www.nasa.gov/mission_pages/newhorizons/images/index.html.
Resulta casi poético imaginar que la sonda haya capturado un amanecer y un atardecer en Plutón por primera vez y única vez, revelando un eclipse solar a casi 5 mil millones de kilómetros.
Clyde Tombaugh, el astrónomo que observó a Plutón por primera vez en 1930, no pudo vivir para ver este acontecimiento. Sin embargo, parte de sus cenizas viajan a bordo del New Horizons como un recordatorio paradójico de que el hombre que hace más de 85 años descubrió el planeta enano es también el hombre que más cerca ha estado de ese lejano destino: Plutón, nuestro gélido cancerbero a orillas del Kuiper Belt. (O)
Las señales que envía la sonda New Horizons se demoran más de 4 horas en llegar hasta nuestro planeta, pese a viajar a la velocidad de la luz.