Los siete años de presidencia han sido momento de evaluación e introspección, como no se hizo en pasados aniversarios. Seguramente fue por el hito, superó a cualquier gobernante en tiempo seguido de presidencia o jefatura de Estado. Un ejercicio de introspección fue la entrevista que el director de El Telégrafo le hizo al presidente el 20 de enero del 2014 y que merece ser leída, pues como pocos hechos comunicativos, habla de lo que él cree y lo que busca hacer.
Lo primero tiene que ver con su autodefinición como de izquierda, básicamente asociado a su fuerte convicción de justicia social, de control del ser humano sobre el capital. Esto es el núcleo duro de su definición ideológica. Otros temas como el medio ambiente, el carácter multicultural, los derechos de la mujer sobre su propio cuerpo o el matrimonio entre personas del mismo sexo, pueden ser principios éticos transversales, campo de los valores, mas no necesariamente, relacionados a la ideología, ni necesariamente compartidos. En muchos de ellos asume una posición que podría calificarse como cercana a la de la Iglesia católica.
El núcleo central de su pensamiento se relaciona con su propia apreciación de lo que se ha hecho durante estos años, retomar el camino del crecimiento económico, pero no uno cualquiera, sino uno que disminuye la desigualdad y la pobreza e incrementa empleo. Para ello se necesita, en su visión, crecer y hacerlo a tasas altas. Se contrapone explícitamente a quienes promueven el no crecimiento.
Un aspecto que llama la atención es su visión sobre la discusión pública y el debate, a lo que hizo alocución dos veces, una primera en su crítica a Alberto Acosta; al haber confiado en él, no solo llevó a una Constitución reglamentarista, sino que perdió muchísimo tiempo en discusiones triviales. El haber procedido más ágilmente, aprovechando la mayoría absoluta, hubiese permitido avanzar en leyes, que solo se han retomado muchos años después. Con esa mayoría, en dos meses se pudo culminar la Constitución y utilizar los cuatro meses restantes para avanzar las leyes para cambiar la estructura del país. Una segunda se refiere a la posibilidad de abrir debate en los enlaces sabatinos, que valora como algo que podría ser terrible. Los enlaces sirven para informar, para hacer pedagogía, de tal manera que la gente después repita “los conceptos que tú has dicho”. En otras palabras, para él, el debate, si es prolongado y no organizado, puede ser ineficaz y atrasar los procesos de cambio. Es, en definitiva, la élite política quien asume plenamente los valores de crecimiento con justicia social y promueve el cambio de la matriz productiva, que debe impulsarlas, sin necesidad mayor de debate y discusión. Las elecciones dan ese mandato.
Una declaración sugerente tiene que ver con los medios, donde enfatiza que bajo el modo capitalista de comunicación ellos tienen la capacidad de dividir la sociedad, distorsionarla, destruir personas. Frente a eso su propuesta es propiedad pública con veeduría ciudadana. La ley de comunicación ayuda, pero para él debe avanzarse a democratizar la propiedad de los medios.
Curiosamente, y lo busqué varias veces, no hay en la entrevista, una definición de Estado, salvo en negativo: los empresarios se acostumbraron a manejar el Estado en su provecho. La entrevista pone énfasis en lo que el presidente hace, impulsa, promueve, en los diversos campos económicos, sociales, políticos. ¿Se confunde Estado, Gobierno y presidente?
En fin, una entrevista muy interesante para entender a Correa, tanto por lo que dice como por aquello que no dice.