EE. UU.
De pronto, está bien, hasta es imperativo, que los políticos con ambiciones nacionales hablen de ayudar a los pobres. Esto es fácil para los demócratas, que pueden volver a ser el partido de Franklin D. Roosevelt y Lyndon B. Johnson. Es muchísimo más difícil para los republicanos, a quienes se les está dificultando mucho sacudirse su reputación de robinhoodismo a la inversa, por ser el partido que les quita a los pobres y les da a los ricos.
Y la razón por la que es tan difícil sacudirse esa reputación es que está justificada. No es gran exageración decir que en este momento los republicanos hacen todo lo que pueden para dañar a los pobres, y habrían infligido daño adicional de haber ganado las elecciones de 2012. Más aún, la hostilidad del Partido Republicano hacia los menos afortunados no solo es cuestión del deseo de hacer daño (aunque es parte); está profundamente enraizado en la ideología del partido y esa es la razón por la cual los discursos que republicanos importantes han pronunciado recientemente, en los que declaran que a ellos también les importan los pobres, han carecido casi totalmente de detalles políticos.
Empecemos con los antecedentes recientes de los republicanos.
El acontecimiento fresco más importante de políticas públicas en Estados Unidos es el lanzamiento de la Ley de atención asequible, también conocida como Obamacare. La mayoría de los estados controlados por republicanos, no obstante, se niegan a implementar una parte clave de la Ley, la expansión de Medicaid, por lo tanto, le niegan la cobertura sanitaria a casi cinco millones de estadounidenses de bajos ingresos. Y lo asombroso es que se esfuerzan muchísimo para bloquear la ayuda a los pobres, a pesar de que su costo sería de casi nada. Washington pagaría la mayor parte de los costos de la expansión de Medicaid.
Entre tanto, esos estados controlados por los republicanos están reduciendo los beneficios por desempleo, el financiamiento de la educación y más. Como dije, no es gran exageración decir que el Partido Republicano está dañando a los pobres tanto como puede.
¿Qué habrían hecho los republicanos de haber ganado la Casa Blanca en 2012? Muchísimo más de lo mismo. Hay que tener en mente que cada presupuesto que ha ofrecido el Partido Republicano desde que tomó el control de la Cámara de Representantes en 2010, implica recortes salvajes a Medicaid, los vales de comida y otros programas contra la pobreza.
No obstante, ¿podrían los republicanos cambiar su enfoque? La respuesta, me temo, es no, sin duda.
Primero que nada, están profundamente comprometidos con la perspectiva de que los esfuerzos por ayudar a los pobres, de hecho, perpetúan a la pobreza porque reducen los incentivos para trabajar. Y, a decir verdad, este punto de vista no está totalmente equivocado.
Cierto, es una tontería absoluta cuando se aplica al seguro del desempleo. La noción de que el desempleo es elevado porque le estamos “pagando a la gente para que no trabaje” es una falacia (sin importar cuán desesperado se describa al desempleado, su desesperación no hace nada para crear más empleos) envuelta en una falsedad (muy pocas personas optan por seguir desempleadas y seguir cobrando los cheques de prestaciones).
Sin embargo, nuestro sistema, un mosaico poco coordinado de programas contra la pobreza, sí tiene el efecto de penalizar los esfuerzos de los hogares de bajos ingresos para mejorar su situación: entre más ganan, menos prestaciones pueden cobrar. En efecto, estos hogares enfrentan tipos impositivos demasiado elevados. El gobierno recobra una enorme fracción, en algunos casos, de 80 centavos de dólar o más, de cada dólar adicional que ganan.
La cuestión es qué podríamos hacer para reducir estos tipos impositivos demasiado altos. Podríamos, simplemente, recortar las prestaciones; ello reduciría el elemento disuasorio para trabajar, pero solo intensificando la miseria del pobre. Y el pobre se haría menos productivo, así como más miserable; es difícil aprovechar un tipo impositivo marginal bajo cuando se padece desnutrición y se recibe atención de la salud inadecuada.
En su defecto, podríamos reducir la tasa sobre la cual se elimina progresivamente. De hecho, una de las virtudes inesperadas del Obamacare es que hace justo eso. Es decir, no solo mejora al conjunto de los pobres; mejora los incentivos porque los subsidios que reciben las familias para la atención de la salud desaparecen gradualmente al haber un ingreso mayor, en lugar de simplemente hacerlo en el caso de cualquiera demasiado adinerado para recibir Medicaid. Sin embargo, mejorar los incentivos de esta forma significa gastar más, no menos, en la red de seguridad, y se tienen que aumentar los impuestos a los acaudalados para pagar ese gasto. Y es difícil imaginar a cualquier republicano prominente que esté dispuesto a seguir ese camino, o que sobreviva al inevitable primer desafío, si lo hiciera.
El punto es que un partido comprometido a tener un gobierno reducido e impuestos bajos a los ricos es, más o menos necesariamente, uno que esté comprometido a dañar a los pobres, no a ayudarlos.
¿Cambiará esto alguna vez? Bueno, los republicanos no siempre fueron así. De hecho, todos nuestros grandes programas contra la pobreza –Medicaid, vales de comida, el crédito fiscal por el ingreso del trabajador– solían tener apoyo bipartidista. Y, quizá algún día, retorne la moderación al Partido Republicano.
Por ahora, no obstante, los republicanos son, en un sentido profundo, enemigos de los pobres de Estados Unidos. Y eso seguirá siendo cierto sin importar qué tanto se esfuercen gentes como Paul Ryan y Marco Rubio para tratar de convencernos de lo contrario.
Todos nuestros grandes programas contra la pobreza –Medicaid, vales de comida, el crédito fiscal por el ingreso del trabajador– solían tener apoyo bipartidista. Y, quizá algún día, retorne la moderación al Partido Republicano.
© 2014 New York Times
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