Generalmente cuando un año termina solemos mirar hacia atrás y ver el camino recorrido en nuestra historia personal. Unas veces nos sentimos completamente satisfechos de los capítulos vividos y cerrados; otras, por el contrario, seguimos cargando con situaciones inconclusas que nos inquietan, que tienen mal sabor. Creo que lo mismo ocurre con nuestra historia social, con nuestro recorrido como sociedad democrática.
Haciendo un balance no solo del 2013, sino también de unos pocos años más, me llena de complacencia percibir sustanciales cambios en distintos escenarios. Por ejemplo, gratifica escuchar a muchas personas incluir en sus presupuestos familiares el pago del décimo tercer sueldo y fondo de reserva de la empleada doméstica; lo hacen con tal naturalidad que hasta me parece que actúan así no por miedo a la sanción, sino porque finalmente entendieron que es lo correcto hacer. Me deleita ver que muchos docentes se preocupan por prepararse más y mejor e incluso sienten que tanto formulario (y tanto papel que llenar exigido por el Ministerio de Educación) les resta tiempo para planificar y hacer responsablemente su trabajo con los estudiantes; creo que su preocupación es válida. Me alegra observar en los bancos y en otras instituciones públicas y privadas el respeto a la ley que protege a las mujeres embarazadas, personas con discapacidades y adultos mayores, ya nadie cuestiona porque conocen que esa es la ley y la ley tiene que ser respetada, nos guste o no; pienso que eso es un indicador de que hemos madurado como sociedad. Me tranquiliza planificar viajes usando vehículos, porque la calidad de muchas carreteras en el país nos ofrece mayores seguridades durante el recorrido. También creo que el fortalecimiento de una cultura de pago de los impuestos, completos y a tiempo, es síntoma de madurez social. Sé que las leyes siempre existieron, eso no es invención del Gobierno actual, sin embargo, eran letra muerta y solo unos cuantos las cumplían. En mi balance de fin de año estos logros, entre muchos otros, saltan a la vista y son plausibles.
Pero claro, una balanza tiene dos platillos. Por eso, en el otro pongo aspectos superimportantes para la salud ética social de los próximos años. Me refiero a ejecutar mi derecho a más información acerca de algunos episodios vividos que nos llenaron de incertidumbre y vergüenza y que aún están pendientes. Por ejemplo, saber del caso Pedro Delgado, del caso préstamo a Duzac, del caso Pativideos, del caso narcovalija, de los casos de sicariatos, de los casos de violaciones a menores, de los casos de los prófugos acusados y sentenciados en otros gobiernos y que ahora gozan de libertad en el exterior, etcétera, la lista es muy larga.
Creo que la Secretaría de Comunicación debería promover y custodiar que a la ciudadanía ecuatoriana –a través de cadenas nacionales, periódicos públicos, sabatinas– nos actualicen permanentemente esta información. Necesitamos saber que además de los muchos proyectos realizados exitosamente, el Gobierno también siente que su responsabilidad es velar por fortalecer una cultura ética, desbordante de transparencia, de rendición de cuentas con opción a preguntar. Exactamente como lo exigen los principios democráticos.
¡Por ahora, demos la bienvenida al nuevo año!