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Con júbilo desatado, los republicanos están usando el calamitoso debut de la Ley de atención asequible como su justificación más reciente para minar toda la reforma sanitaria. Sin embargo, la cosa no para allí. Pareciera que la torpeza del gobierno de Obama es buena excusa para que ellos no hagan nada sobre la reforma migratoria, un acuerdo presupuestario y sobre cualquier iniciativa que haya salido de la Casa Blanca.

“No queremos una repetición de lo que está pasando ahora con el Obamacare”, notó Eric Cantor, el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, al explicar la semana pasada por qué los dirigentes partidistas no permitirían que se llegara a votar la iniciativa de ley sobre inmigración en el Senado, o siquiera que estuviera sujeta a negociaciones.

Su tema oportunista está claro: si no se puede confiar en el presidente Barack Obama sobre este problema, ¿cómo se puede confiar en él en cualquier otra cosa? Indiscutiblemente, la Casa Blanca les entregó este regalo con dos tipos de incompetencia: el fracaso técnico del sitio web sobre la bolsa sanitaria y el fracaso político del presidente al prometer falsamente que nadie perdería la póliza de seguro que ya tuviera.

Sin embargo, tal como estas metidas de pata no son el fin de la reforma sanitaria, tampoco detendrán, al final, la larga marcha hacia la reforma sobre la inmigración, más empleos o las mejoras que se necesitan con urgencia en la educación, el transporte y otras funciones fundamentales. La lideresa de la minoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, tenía razón en exhortar a los demócratas el domingo a no “dejarse tomar por sorpresa” por el frenético festín de los republicanos. La mayoría de las personas, dijo en el noticiario NBC News, siguen apoyando objetivos progresistas como seguro médico garantizado y terminar con la discriminación en el centro de trabajo.

Los republicanos quieren que el país crea que la debacle de este mes muestra la debilidad de conjunto de lo que el representante Paul Ryan llamó el domingo “el gran gobierno en la práctica”. De hecho, los estadounidenses han estado bastante contentos desde hace mucho con los programas del gran gobierno, siempre que funcionan. No les gustan las fallas y odian que los engañen. Sin embargo, lo que realmente le importa a la gente es los resultados, y una vez que esté funcionando el sitio web sobre la atención de la salud, millones se darán cuenta de que lo que los republicanos les dan es, en gran medida, patrañas.

Millones de estadounidenses pagarán menos el próximo año por el seguro médico, o lo obtendrán por primera vez porque ya serán elegibles para el programa del gran gobierno, conocido como Medicaid. La mitad de quienes adquieren pólizas en el mercado individual cualificarán para subsidios; tendrán tan buena cobertura como la que tenían, o mejor. Y millones de personas cuyas pólizas se cancelaron o a quienes se las negaron por enfermedad estarán aseguradas ahora.

¿Cuál es la alternativa republicana a este programa del gobierno, con todo y sus defectos actuales? No hay ninguna. Militantes partidistas solo quieren revocar la ley sanitaria y dejar que las aseguradoras puedan volver a cancelar pólizas al primer signo de una sombra en una radiografía. No tienen su propia política sobre inmigración. No tienen ningún plan para estimular el crecimiento del empleo. Están a favor solo de los cierres, los recortes automáticos y las revocaciones, sin darle a la población ninguna razón para creer que tienen una visión rectora o, siquiera, una agenda legislativa.

Con el tiempo, eso resultará ser un fracaso muchísimo más grave que la incompetencia momentánea. Los demócratas pueden estar dando tumbos en este momento, pero por lo menos están tratando.