Cada vez con mayor fuerza y frecuencia en el escenario político ecuatoriano se evidencia lo que Giovanni Sartori –italiano y analista político– califica como: la tiranía de la mayoría (¿Qué es la democracia? 2005). Me parece que la publicidad de la niña Megan y los intentos de justificación por parte de algunos funcionarios, quienes en teoría son los llamados a cuestionarla, así lo gritan.

Sartori ofrece una interesante reflexión. Afirma que las técnicas electorales, tal y como las conocemos, encuentran su génesis en las órdenes religiosas y sus claustros; los monjes cuando debían seleccionar a sus superiores tenían que hacerlo por medio del voto, pues otras alternativas como la herencia o la fuerza, no eran procedentes. Nace así la elección por voto secreto y la normativa mayoritaria alrededor del número de votos. Sin embargo, añade, hacían una muy importante salvedad: el derecho de mayorías no era lo determinante sino los principios de razonabilidad y de unanimidad, esos eran los conceptos que debían prevalecer.

El autor amplía… ¿Por qué una cantidad otorgaría derechos? En los tiempos de antes, cuando en algunos ámbitos el pensamiento riguroso era la tónica, buscar la mayoría constituía tan solo un método para hacer la elección; el principio de razonabilidad exigía que el accionar esté en armonía con la prudencia y la equidad. En consecuencia, la condición de ser mayoría no respondía solo a la cantidad sino –y fundamentalmente– también a la calidad. La mayoría no ordenaba por ser mayoría. Nadie se amparaba en esa mayoría para atentar contra la razonabilidad.

Si relacionamos los conceptos explicados por Sartori con las declaraciones de la asambleísta Be-tty Carrillo cuando, refiriéndose a la publicidad de la pequeña Megan, expresa que “la publicidad tiene elementos positivos, que deja un mensaje de que unidos podemos lograr… de que el nacimiento de una persona, independientemente de lo que sea, denota una esperanza, y salir adelante”, (Ecuavisa), concordaremos que es otra cara de la tiranía de la mayoría. Me explico mejor:

El fallido intento de explicación por parte de la asambleísta Carrillo cuando pretende justificar la presencia de una menor en una publicidad con evidentes fines políticos, da cuenta de que le es posible expresar tales insustancialidades solo porque ella forma parte de una mayoría, esa que les ha permitido adquirir todo el poder. Sintiéndose cobijada por ese poder privilegia su criterio sobre el mandato de la ley… ¿qué consecuencias legales, punitivas podría tener por atropellar la ley? ¿Qué juez, organismo, Consejo, Secretaría, etcétera, va a demandarle solvencia o coherencia en las respuestas dadas a la ciudadanía cuando con tanta impudicia aspira a justificar la no observancia de la ley?

En esa misma línea, leí que el director ejecutivo del Consejo de Niñez y Adolescencia, ha dicho que la ley prohíbe involucrar a niños en actos de proselitismo político o religioso; inclusive ha enfatizado los riesgos de involucrar a una niña en un tema tan politizado como la sublevación policial del 30S; sin embargo, después de esa sentencia, considera que la publicidad de la niña tiene un mensaje cívico (¡!). (La Tarde, diario vespertino de Cuenca). Nuevamente su opinión sobre la ley. El poder de la mayoría puede ser descaradamente irracional, paradójico. Tiránico.