Como estaba previsto, el Gobierno posesionó a los viejos funcionarios en nuevos cargos. A simple vista no es fácil comprender el proceso de selección y nombramientos de algunos viejos/nuevos funcionarios. Es obvio que rotan y que no interesan sus saberes ni experticia. También es evidente que maestrías ni Ph.D. son necesarios.
Así tenemos entonces a quienes antes eran asambleístas ahora son ministros; a quienes antes eran directores ahora son ministros; claro que también tenemos a los neófitos, aquellos que antes eran futbolistas y ahora son asambleístas, ministro; me pregunto si les consultarán primero a ellos y ellas cuán competentes se sienten para el nuevo cargo y si tendrán la oportunidad de dar su criterio. Parecería que muchos no saben ni qué decir cuando un impertinente periodista les pregunta cómo así aceptó dirigir un ministerio sin saber de esos temas técnicos y específicos, solo así se entiende que la respuesta cliché sea: Somos guardianes de la democracia que aportamos con nuestro granito de arena desde la trinchera que sea y hasta las últimas consecuencias, para cumplir con las metas del proyecto político para tener el buen vivir. Es triste. Palabras ya vaciadas de significado, lugares comunes. Pero… ¿qué más podrían decir? ¿Cómo más podrían justificar su aceptación al cargo especialmente cuando todos sabemos que si no hubieran sido arropados por la figura del presidente Correa, no estarían en el escenario político?
Tan lamentable situación me recuerda aquella fábula de Jean de la Fontaine: Un lobo enjuto encontró un día a un perro rebosante de salud y bienestar. Se detuvieron a charlar y el lobo dijo: “¡Me tienes que explicar el secreto que te hace estar físicamente espléndido, mientras yo, que soy más fuerte que tú, estoy que me caigo de debilidad!”.
El perro respondió: “No se trata de un gran secreto; también tú puedes ser como yo”. “¿Y qué es lo que debo hacer?”, le interrumpió el lobo interesado. “Debes servir al amo: montar guardia en su casa y cuidar sus cosas”, determinó el can. “¡Pero entonces resulta muy fácil! Estoy verdaderamente cansado de vivir en el bosque con frío y muerto de hambre. Voy contigo”, acotó el lobo.
Mientras caminaban, el lobo observó una marca que rodeaba todo el cuello del compañero y le preguntó: “¿Qué es esa huella, amigo mío?”. El perro respondió: “Nada especial. Es la señal del poderoso y elegante collar al que estoy atado”.
El lobo se quedó de piedra, luego reaccionó y dijo: “¡Pero entonces significa que no puedes hacer todo lo que te parece que debas hacer!”. “Bueno, casi nunca… ¿Pero eso importa? A cambio tengo siempre el estómago lleno”, exclamó el perro. “Importa tanto como que renuncio a tu buena comida y hasta renunciaría al mayor tesoro por ese precio. A estos requisitos no me avengo” y con estas palabras, el lobo echó a correr y dejó que el perro se conformara con las ventajas de la cautividad. (Y obsecuencia).
Ser librepensador y autónomo nunca ha sido gratis. Por el contrario, la factura siempre es alta.