Desde que era niña Beatriz Ocejo, de 75 años, acompañaba a sus padres a la iglesia San Francisco, centro de Guayaquil, para celebrar el Domingo de Ramos. Recuerda el olor a incienso, las velas, los cánticos y a los comerciantes que trataban de venderle a su padre ramos hechos con palma de cera.