Hace diez años, dos educadoras del idioma inglés decidieron dar un giro a sus carreras y crear Exchange Ecuador, un centro dedicado a brindar a los estudiantes la experiencia de salir del país.
María José Villacís y Karla Molina obtuvieron el primer convenio internacional para Exchange cuando una escuela californiana las buscó para expandir su oferta para Latinoamérica; querían tratar directamente con docentes. Así, el primer viaje fue a California, con 21 jóvenes.
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“Cuando eres parte de la formación de chicos, el tinte es diferente, la visión es diferente”, dice Molina. “Que seamos profesoras nos ha permitido que ellos se sientan acompañados; al inicio éramos sus líderes de grupo o chaperonas”, cuenta Villacís. “El padre de familia tenía confianza, y los chicos también estaban seguros”, incluso si alguno de ellos tenía condiciones cognitivas o de salud. “Siempre les decimos a los padres: ‘Nosotras nos llevamos un niño y les regresamos otro. Un niño recargado, con experiencias de resolver problemas solo, porque aquí, lastimosamente, no es posible”. Habla de acciones comunes, como caminar por la ciudad y cruzar la calle con tranquilidad, usar el transporte público. “Crecen mucho en autonomía e independencia”.
El cuidado de los detalles significa que hay familias que han enviado a sus hijos hasta en cuatro temporadas, confiadas en el rol del chaperón, una palabra que suena algo antigua pero que para las directoras va revestida de una responsabilidad enorme: llevar a un grupo de menores a otro país. ¿Con qué criterios?
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“Ser chaperonas en los primeros programas nos permitió ver exactamente cómo es la vida de un estudiante fuera de su entorno natural; además, cada vez que abrimos un destino nuevo, nos vamos primero a vivir la experiencia, nos quedamos en la ciudad dos o tres semanas, conocemos el sistema de transporte, medimos todo”, explica Molina.
Están conscientes de que todo puede ocurrir. Por ejemplo, justo a la mitad de la vida de Exchange llegó la pandemia, y ellas se quedaron con sus alumnos en otro país, esperando un vuelo humanitario. Al regresar, como otros tantos establecimientos, tuvieron que reinventarse.
De ese momento de incertidumbre nació otro frente, Expertise by Exchange. “Nos quedamos en Inglaterra; era el mes de marzo. Teníamos un proyecto en línea. Habíamos comprado la plataforma en una convención mundial de agencias educativas que fue en Berlín en 2019″, rememora Villacís. La intención era otra. Se dieron cuenta de que no habría intercambios ni presencialidad en el futuro cercano y se dedicaron a la educación virtual. “En la primera semana teníamos más de 100 inscritos”, cuenta Molina. Actualmente Expertise tiene también modalidad presencial y una sede en Portoviejo, Manabí.
Chaperonas del siglo XXI
Villacís y Molina empezaron como chaperonas, aprendieron las bases del oficio y ahora se dedican a formar a su staff y a las líderes de grupo, que como primer requisito son profesionales en educación o en psicología. Como dice Molina, “un adolescente es difícil de manejar, ahora imagínate 20 o 25. La persona a cargo debe tener las herramientas para que el grupo esté motivado y se sientan atendidos”.
Según las normas de Exchange, debe haber un líder de grupo por cada 10 o 12 estudiantes. Y tiene que quedarse todo el tiempo con los chicos, sea en clases o en otro tipo de actividades. Siempre debe saber dónde están sus estudiantes, aclara Villacís.
Los destinos actuales son dos en Estados Unidos, dos en Canadá (inglés y francés), dos en Reino Unido y uno en Portugal y en Italia, respectivamente. La edad influye en el destino: a estos dos últimos países van jóvenes a partir de los 15 años; en cambio, en los programas de San Diego o Wisconsin es posible ir desde los 12 años.
Elegir el destino, continúa Molina, depende de si es la primera vez que el niño va a viajar; se busca que vaya al lugar en el que su estadía sea la ideal para su etapa de crecimiento. “Para ir a Europa necesitamos que sean un poco más maduros, para que saquen el mayor provecho”.
Con tantas oportunidades para viajar, ¿se han animado a ir con niños de su familia? “Esa es la parte más linda”, aporta Villacís. “Por circunstancias de la vida no tenemos hijos, pero sí que se han ido todos nuestros sobrinos; los más chiquitos están en fila para cuando les toque; en marzo de 2025 se están yendo con nosotros alrededor de cuatro sobrinos”.
¿Con cuánta anticipación se indaga para el intercambio? Todo depende, consideran, de que la familia tenga bien definidos sus objetivos. Hay quienes se toman un poco más de tiempo, y es lo correcto. “Esto es una experiencia familiar. No solo es que se va el niño o la niña, sino que los de la casa tienen que tomar la decisión de dejarlo ir. Hemos visto padres de familia llorando en el aeropuerto, pero tranquilos y confiados de que es lo mejor para sus hijos”. (F)