¿Deberíamos tenerle miedo a la inteligencia artificial? Lo cierto es que muchos líderes de opinión tienen esta postura. Mientras Apple anuncia su propia versión de este tipo de procesos, el pasado 14 de junio, el papa Francisco ha advertido sobre el uso de la IA en las guerras, mientras se multiplican los tutoriales para que aprendamos cómo oponernos a que Meta use nuestros datos para entrenar a sus bots.

Grandes áreas profesionales se preguntan si serán desplazados en sus oficios por la IA. En el caso de los creadores digitales también hay un ambiente de temor, explica Nelson Quimbay, artista colombiano que promueve el desarrollo y uso de la producción virtual, mocap (motion capture) y varias herramientas de inteligencia artificial.

Lo notó durante su conferencia en el evento Modelo de Mercado Audiovisual (MoMaV), organizado por la carrera de Cine del Colegio de Comunicación y Artes Contemporáneas (Cocoa) de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), al que asistieron estudiantes y profesionales del cine, video, televisión y animación del Ecuador, del 3 al 5 de junio de este año.

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“Los veía un poco más temerosos; pero estamos en el momento en que tenemos que aprender para no dejarnos quitar el trabajo”, pero no por parte de la IA, agrega, sino de otras personas que sí están entrenando para utilizar este instrumento. No hay manera de que esto ocurra, insiste, si los artistas saben potenciar su trabajo.

¿Por qué le tenemos tanto miedo a la IA y cómo bajar el nivel de ansiedad ante la aparente amenaza que representa? “El miedo que yo percibo, básicamente, es de las empresas que se están viendo afectadas; una detrás de la otra, empiezan a correr rumores y a crear tendencias: ‘nos va a dejar sin trabajo, va a ser un robot con un arma y nos va a destruir a todos’, y siento que eso va mucho más allá de lo que realmente está pasando”.

El miedo, considera Quimbay, se aprovecha del desconocimiento y se difunde para competir con empresas que ya están trabajando en sus propios desarrollos. Para él, es la oportunidad de automatizar y acelerar tareas rutinarias y así liberar tiempo y energía para impulsar el trabajo creativo.

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“Como si tienes que transcribir dos horas de entrevista y usas una herramienta de IA que lo haga por ti”. Hasta allí suena bien, pero como se le hace ver, un autor aún quiere tener completo dominio de su texto y no le pedirá a un chatbot que lo redacte. Quimbay, ganador del Premio Silver en la categoría elección del público del concurso internacional Gen:48, de Runway Studios, por su cortometraje animado Alicates, está de acuerdo. “Una clave que traté de enfatizar es que este recurso no va a hacer todo por mí, sino que va a facilitar mis estrategias de autor. Yo quiero ser la inteligencia no artificial que tiene control, que decide el color o si el árbol es grande o pequeño”.

Mucho del miedo viene de pensar en la fragilidad y relatividad del trabajo, como aquel episodio en el que Homero Simpson se va de vacaciones de la planta nuclear y es reemplazado por un juguete mecánico en forma de pollo que aprieta constantemente la tecla Y (yes).

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Quimbay tiene muy claro que la inteligencia artificial llegará a reemplazar aquellos cargos que una simple tecla puede hacer. “Pero si yo me especializo en aportar algo a mi empresa, más allá de apretar un botón o hacer un cálculo, la inteligencia artificial no tiene nada que hacer contra mí. Yo invitaría a las personas a que se capaciten, a mejorar su puesto y su rendimiento y a dar un plus”.

Otras voces de ciencias como la filosofía, la política, la ética e incluso la religión no se oponen a la IA, pero piden lineamientos porque ven conflictos para distinguir el trabajo de esta del de los humanos, y valorar la calidad y el esfuerzo.

“Totalmente de acuerdo, para mí, la inteligencia artificial es solo una herramienta, no es un robot que va a hacer todo para que yo no tenga que levantarme, caminar, coger un lápiz y dibujar; los protocolos tienen que existir; no creo que una empresa deba reemplazar a alguien por la IA, porque al principio puede funcionar bien, pero al final de cuentas no sabes qué te va a entregar. Quien nunca revisa un texto en profundidad va a pensar que está muy bien, pero las personas críticas se van a dar cuenta de que es una automatización”.

El realizador cree que es posible, para el ojo entrenado, distinguir el estilo del chatbot o si un video ha sido intervenido por inteligencia artificial. Está seguro de que las empresas necesitan esos grandes criterios que puedan saber cuando el trabajo de alguien aporta más.

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Es decir, no darle a la herramienta el tratamiento de monstruo ni de amenaza, perdiendo las oportunidades que trae la inteligencia artificial, sin hacer trampa, pues esto se notará enseguida en la forma de una producción reiterativa. “Cuando está el plus humano, la IA lo potencia mucho más”.

Nelson Quimbay está trabajando en un videoclip que mezcla inteligencia artificial y virtual production (tecnología a base de muros ledes gigantes que simulan escenarios y permiten hacer animación en tiempo real; tuvo auge en la pandemia, específicamente en la serie de Disney y Star Wars The Mandalorian, de 2019, y en la película The Batman, de 2022). “Se trata de integrar esos dos mundos, pero siempre desde lo que yo, como artista, quiero, y no desde lo que la IA me arroja, que es algo preestablecido”. Resalta que ahora las plataformas de streaming lo están integrando en sus producciones, y es una industria en crecimiento.

“En el caso de Colombia, le abre la puerta a Secuestro al vuelo 601, de Netflix (2024). Si no fuera por la virtual production, la realización hubiera sido un problema gigante en producción y costos; ya no es solo para las grandes empresas, sino que producciones latinoamericanas pueden tener rodajes con un set decente a bajo costo”, dice Quimbay, quien este año iniciará su primer largometraje y cuya serie web Entusados (2022) estuvo nominada a los premios de cine India Catalina. (I)