El cometa 3I/ATLAS, un objeto originado fuera de nuestro sistema solar, se aproxima a la Tierra y alcanzará su punto más cercano el 19 de diciembre, cuando pasará a unos 270 millones de kilómetros del planeta. Se trata del tercer visitante interestelar confirmado, después de Oumuamua (2017) y Borisov (2019).
Su trayectoria hiperbólica indica que está de paso y no quedará atrapado por la gravedad del Sol. Sin embargo, su breve visita representa una oportunidad única para los científicos, que analizan su composición para comprender las condiciones físicas y químicas de otros sistemas estelares.
Los primeros estudios revelan rasgos poco comunes. Especialistas han detectado una alta presencia de dióxido de carbono y níquel ionizado en su coma, además de una morfología distinta a la de los cometas conocidos. Estas características sugieren proporciones de hielos y metales diferentes a las observadas en objetos formados en el sistema solar.
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Durante su perihelio, ocurrido el 29 de octubre, el cometa mostró chorros de gas y polvo, un fenómeno asociado al derretimiento interno del hielo. Investigadores consideran que se trata de un objeto muy primitivo, cercano a los cuerpos transneptunianos, lo que refuerza su valor científico.
Aunque en redes sociales surgieron teorías especulativas sobre un origen artificial, la NASA descartó cualquier hipótesis extraordinaria y subrayó que se trata de un cuerpo natural. La comunidad científica insiste en que su interés radica en la información que puede aportar sobre la formación planetaria.
Para observarlo, los expertos advierten que no será visible a simple vista. El mejor momento será alrededor de la medianoche, especialmente en la madrugada, utilizando prismáticos o telescopios y desde lugares con poca contaminación lumínica. Su importancia, más que visual, será científica: una ventana excepcional hacia otros rincones de la galaxia. (I)




