Hay una expresión que es popular en las diversas culturas, se trata de “salvado por la campana”. Esta frase se usa cuando una persona se logra liberar de una situación de buena manera.

La expresión se originó en el boxeo, cuando se incorporaron normas para hacer de este deporte una práctica segura en 1867; se emplea cuando un boxeador logra librarse algún castigo con golpes que está recibiendo.

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Sin embargo, también se ajusta a la situación que se enfrentaban en la antigüedad. De acuerdo al portal El Español, se descubrió que Fray Luis de León había arañado por dentro su ataúd tras ser declarado muerto en 1591.

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En 1905 se logró identificar más de 200 casos en los que una persona estuvo a punto de ser enterrada viva, la mayoría había sido enterrada y a otros se detectó en la autopsias.

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Para el siglo XVIII se construyeron ataúdes con lo que se buscaba reducir estos errores. Se cuenta que el pastor Robert Robinson hizo instalar un panel de cristal en su féretro y solicitó ser visitado regularmente para verificar que no había señales de respiración en el vidrio.

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El sacerdote Adolf Gutsmuth en cambio propuso implementar un sistema de campanas para que quien fuera enterrado, en caso de estar vivo, lo active y con esto notificar que estaba vivo. Se reseña que también se colocó un tubo para suministrar alimentos.

Mientras que en 1937, el francés Angelo Hays fue enterrado tras ser declarado muerto luego de un accidente de moto. Dos días después, la compañía de seguros abrió la caja y lo encontraron vivo ante lo cual inventó un nuevo sistema en el que se incorporó una despensa, retrete químico y hasta un transmisor radial.

El miedo irracional a ser enterrado vivo en cualquier momento se denomina tafofobia.

Un extraño suceso de catalepsia en una adulta mayor conmovió el fin de semana en Ecuador. La mujer que había sufrió un ataque cerebrovascular fue declarada muerta en un hospital en Babahoyo, pero cuando sus familiares escucharon ruidos dentro del cofre mortuorio descubrieron que estaba con vida. (I)