Adelaida Jaramillo: Esta hábil crítica y apasionada lectora creó un espacio para todos los amantes de la lectura, en donde sus visitantes se transportan al mundo mágico de las letras. IG: @palabralab
Una casa lectora no se levanta con paredes, sino con páginas, y estas casas tienen ventanas. A mí me gusta pensar en los libros como esas otras ventanas que se abren a paisajes distintos, a mundos posibles, convirtiéndose en un territorio de preguntas, de juego y de conversación.
Por eso les propongo que pensemos en los libros cuando demos un regalo y, para ello, van estas recomendaciones (que puedes encontrar en Librería Española de los Riocentros de Guayaquil y Quito) de cuatro títulos, uno para cada miembro de la familia, para leer a solas, en voz alta o como se sientan más cómodos.
Para mamá recomendaría
“El infinito en un junco”, de Irene Vallejo, por ser un viaje extraordinario por la historia del libro: desde los rollos de papiro a las bibliotecas de hoy, pasando por mitos, batallas, comerciantes y lectores obstinados.
El estilo de Vallejo es erudito, pero a la vez sensible, y convierte la curiosidad en hilo narrativo: cada capítulo es una puerta que invita a recordar por qué leer nos salva del ruido y nos reúne. Es perfecto para subrayar, para conversar en la mesa y para descubrir que los libros también tienen biografía.
Para papá
“El loco de Dios en el fin del mundo”, de Javier Cercas, ofrece aventura, rigor histórico y preguntas morales. Cercas explora un personaje en los bordes, entre la fe, la ambición y el delirio, y lo sitúa en escenarios extremos, donde la decisión de un hombre tensiona destinos colectivos.
La prosa es clara, eficaz, con esa energía narrativa que sostiene el pulso y, al mismo tiempo, abre dudas incómodas. Ideal para quienes disfrutan de la historia con nervio literario y quieren discutir después.
Para los hijos siempre, siempre: libros de cuentos
Las series como “Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes” proponen biografías breves y poderosas. En este caso de científicas, deportistas, artistas, activistas. Son relatos que se leen en pocos minutos y funcionan como chispas: encienden la imaginación, amplían referentes y recuerdan que la valentía adopta muchos nombres.
Pueden convertirse en un ritual antes de dormir o en una excusa para investigar juntas y juntos a esas mujeres al día siguiente.
Y para todos
“Frankenstein”, de Mary Shelley: un clásico que no envejece porque su pregunta, ¿qué nos hace humanos?, sigue abierta. Es una historia sobre la responsabilidad de crear, sobre la soledad y el deseo de ser mirados con piedad.
Leerla en familia permite conversar sobre los límites, la empatía y la ciencia: cada edad la entiende a su modo, y podremos así ser testigos de la magia de la lectura. Una casa en la que cada quien encuentra su libro es una casa que conversa. Empecemos desde hoy, y dejemos las puertas abiertas.






