Según el perfil de cáncer cervicouterino que hace la Organización Mundial de la Salud para Ecuador, la incidencia bruta por cada 100.000 mujeres (2020) es de 17,4. En 2019 hubo 840 muertes registradas por esta enfermedad.

Entre las niñas que cumplieron 15 años en 2020, siete de cada diez habían recibido su dosis final de vacunación contra el virus del papiloma humano, principal causante de este tipo de cáncer. El objetivo para 2030 es que el 90 % de las niñas hayan sido completamente vacunadas al llegar a esa edad, que el 70 % de las mujeres se hayan sometido a una prueba de detección de alto rendimiento a los 35 años y, de nuevo, a los 45, y que el 90 % de las mujeres a las que se ha diagnosticado enfermedad cervicouterina estén en tratamiento.

La muerte de las mujeres a causa del cáncer cervicouterino es innecesaria: esa es la opinión de la médica mexicana Olga Georgina Martínez, especialista en epidemiología, atención de la salud y salud pública, una de las panelistas invitadas al Roche Press Day 2023, centrado en “mujeres, salud y equidad” y realizado en Ciudad de Panamá del 15 al 16 de noviembre.

Publicidad

Olga Georgina Martínez, especialista en epidemiología y salud pública, asesora del Instituto Mexicano de Seguridad Social. Ponente del Roche Press Day 2023 Mujeres, Salud y Equidad. Foto: Cortesía

La enfermedad, que es infecciosa y transmisible, es también prevenible y detectable a tiempo. Pero esto último se dificulta por dos razones que Martínez recalca: la desigualdad económica y el estigma.

Es un fenómeno muy estudiado, dice la médica. Cuando una mujer siente el estigma (de la posibilidad de tener una infección por VPH o lesiones precursoras o cáncer), sea real o no, su reacción defensiva va a ser guardar silencio, y lo primero que puede suceder es que, ante el temor de salir positiva, ni siquiera vaya a hacerse una prueba”, expone la médica en entrevista con este Diario.

“Una vez que sale positivo, ya no se lo quiere platicar a nadie, porque le da mucha vergüenza y porque en los imaginarios sociales —está reportado en la literatura— ella ya ha escuchado que, si una mujer sale VPH positiva, le preguntan: ‘¿Y tú qué?, ¿andabas de ligera o por qué te estás infectando?’. Entonces, hay muchísimo temor a lo que vayan a pensar de ella o a lo que vayan a pensar de su pareja”, pues el siguiente cuestionamiento es: ‘¿Qué tipo de matrimonio llevas? ¿Te es infiel?’”.

Publicidad

Esas actitudes defensivas se extienden hacia el personal de salud, porque las pacientes temen ser interrogadas. “Tenemos que mejorar la consejería que podemos ofrecer y ser muy sensibles, qué decirle y qué no, para que no se sienta agredida”.

¿Cómo debe ser el abordaje? “Definitivamente, no hay que asociarlo a la sexualidad. Una vez que tenemos a la mujer para hacerle la prueba, se la hacemos y esperamos los resultados. No hay que tratar de abordar temas si la mujer no los pide; hay que escucharla: qué siente, cuáles son sus dudas, cómo es el apoyo a su alrededor”, enumera Martínez, quien es asesora en la Dirección de Prestaciones Económicas y Sociales del Instituto Mexicano del Seguro Social en proyectos especiales, como violencia familiar, sexual y contra la mujer, cáncer de mama y cáncer cervicouterino.

Publicidad

Cuando hay diagnóstico de cáncer, las preguntas deben ir orientadas a cómo vive la mujer, en qué trabaja, quién puede acompañarla a las consultas y estar pendientes de la atención, si tiene problemas de acceso a cualquiera de las etapas del tratamiento. “Escuchar las dudas y no apresurarse a contestar lo que no le están preguntando ni hacer sentir incómoda o vigilada a la mujer”, recomienda, pues esto tiene el efecto de crear culpa y hacer que la paciente no regrese.

Propuestas para la detección del VPH en lugares de difícil acceso

Hay formas de llegar a los sitios más lejanos y de menor accesibilidad. Una propuesta son las brigadas de personal médico y de enfermería, que al mismo tiempo hagan pruebas rápidas de VPH e inspecciones colposcópicas, con intervenciones de ver y tratar, que funcionan muy bien. “Lo que debemos evitar es que una mujer tenga una prueba de detección, tenga su resultado y luego no pueda acceder al tratamiento”.

En los países latinoamericanos, los estudios mencionan que pueden pasar entre 6 y 12 meses entre la detección y el tratamiento. Foto: Shutterstock

Martínez añade que la tecnología es indispensable. “Que los países adopten la tecnología que necesitan. El reto es en los lugares más alejados; por eso, las intervenciones de un solo tiempo, de dos tiempos, donde podemos asegurar que, una vez que ya se identificó que una mujer tiene una anormalidad celular o una lesión precursora, se trate; y, en el caso de que tenga cáncer, no basta nada más con facilitarle la atención, aunque sea gratuita: hay que apoyarla para que pueda viajar”. Aquí es importante la participación de la sociedad civil, que provee albergues a un costo mínimo, especialmente en casos que no pueden resolverse con un solo tratamiento. “Estas sinergias entre los Gobiernos, las empresas y la sociedad son muy importantes para llegar a todas las áreas y tratar con éxito a las mujeres”.

La doctora Martínez también explica cómo debería ser el flujo de atención a las pacientes. “En cáncer, desde que la mujer tiene síntomas hasta que inicia el tratamiento, no deben pasar más de tres meses. Cuando digo síntomas me refiero, por ejemplo, a que se detecta una bolita en la mama. En cáncer cervicouterino, desde que tiene una prueba VPH positiva o un Papanicoláu positivo. Es un tiempo razonablemente suficiente para que, aun en instituciones públicas, se otorgue una atención de oportunidad”.

Publicidad

Si pasan más de tres meses, el tratamiento se vuelve inoportuno, no porque el cáncer vaya a avanzar en dos o tres semanas de manera irremediable, sino porque la mujer se somete a una enorme ansiedad: ¿qué va a pasar con ella?, ¿va a sobrevivir? “Eso hace que las mujeres, en ocasiones, desarrollen mecanismos como negar la enfermedad o aislarse, se den por vencidas y digan: ‘Yo no voy a poder porque no me atienden rápido, no me dan mi cita’”, dice la especialista, que cursa estudios en psicoterapia.

Actualmente se administra una vacuna nonavalente recombinante a personas mayores de 9 años. Foto: Shutterstock

En los países latinoamericanos, los estudios mencionan que pueden pasar entre seis y doce meses entre la detección y el tratamiento, lo cual es terrible para la mujer, y también para los servicios de salud. “Algo muy importante: no se puede responsabilizar a los trabajadores de la salud de que la atención no sea oportuna. La responsabilidad es sistémica, de las instituciones, porque muchas veces el personal de salud es poco para toda la atención que tiene que dar, y creo que esto hay que tenerlo muy claro: no es el trabajador en individual responsable de que la atención no sea oportuna, sino la institución: la organización, los recursos con los que cuenta, los espacios de atención que tiene”.

  • Si usted se realiza una prueba de detección de VPH, el resultado no debe tardar más de dos semanas en llegar, acompañado de indicaciones por escrito de lo que debe hacer, de acuerdo con el resultado.
  • Una vez que se sabe que el resultado no es normal, no deberían pasar más de dos semanas para recibir la cita para la evaluación en citología o en colposcopía.
  • Ese mismo tiempo (dos semanas) es lo que debería pasar entre esta cita y el resultado.
  • Con este, se agenda la consulta de primera atención en no más de tres meses. Si hay una lesión precursora, se resolverá de forma ambulatoria en la clínica.
  • Si hay un diagnóstico de cáncer, la atención es más integral, con historia clínica, estudios preoperatorios, valoración cardiovascular.

Martínez ve como obstáculos la burocracia y el exceso de visitas antes de iniciar el tratamiento. Lo ideal es que en cada hospital se determinen protocolos muy precisos que privilegien la atención a la usuaria. “Que seamos nosotros los que nos adaptemos a nuestras pacientes, y no ellas a los servicios de salud”.

También hace falta una comunicación entre la atención de primer, segundo y tercer nivel (detección, diagnóstico y tratamiento). “Tienen que ser programas que se manejen a nivel nacional, que se siga toda una secuencia de actores, porque son muchos los que participan en la atención, y con una sola falla podemos tener un resultado adverso”.

No obstante, Martínez reafirma que, dentro de todos los tipos de cáncer, el cervicouterino tiene más posibilidades de detección en etapas oportunas, porque el cuello del útero es visible a la exploración física, sin necesidad de grandes intervenciones o imágenes, a diferencia de la mama, el pulmón o el colon, en que el diagnóstico sube en complejidad.

“Si no podemos vencer el cáncer cervicouterino, que es muy complejo, pero entre los cánceres es uno de los más sencillos… Si no nos habituamos a trabajar como relojito en un proceso, en un camino, va a ser muy difícil que podamos vencer otro tipo de cánceres más complejos”. (I)

Fuente:

Cáncer cervicouterino Ecuador 2021 perfil de país