Por miedo, pena de quedar en ridículo o evidenciar ignorancia en un tema, temor a una confrontación o a no querer ahondar en una verdad que duele o simplemente para no quedar con el ‘guerrero’ si de ti lo que han visto es paz. Por estas y miles de razones una persona prefiere quedar callada, que las palabras se le atraganten y queden a mitad de la garganta.