Entre los exámenes de rutina en fluidos y tejidos humanos, los más conocidos son los de sangre y orina; a partir de ellas se pueden hacer varios tipos de pruebas para medir casi cualquier componente químico: la glucosa en la sangre, electrolitos, enzimas, hormonas, grasas, proteínas y otras sustancias metabólicas.

Pero que sean de rutina no significa que sean una mera formalidad o que no sean necesarios. Una muestra de orina permite buscar células de glóbulos rojos y blancos, infecciones o exceso de proteínas. Este análisis también puede localizar drogas, sangre y otras sustancias. La sangre en la orina puede ser resultado de una condición benigna, por ejemplo; pero también puede indicar una infección. Los altos niveles de proteína en la orina (proteinuria) hacen sospechar de un problema renal o cardiovascular, como indica el sistema de hospitales Stanford Medicine.

El examen de sangre puede servir para detectar anemia o para hacer pruebas de tipo genético. Foto: Shutterstock

Los exámenes de sangre, por su parte, se usan para hacer conteo de células y medir ciertos químicos y marcadores de inflamación en la sangre, según comparte el equipo del Hospital Martin Health, en Florida. Su médico podría pedirle un conteo sanguíneo completo o CBC, el más común. Así determinará su estado general de salud y podrá detectar a tiempo algún desorden o la causa de algún síntoma, como fatiga, debilidad, marcas por golpes o infecciones.

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En pruebas de sangre u orina podrían aparecer sustancias (marcadores tumorales) liberadas en respuesta a células cancerosas. Los marcadores pueden servir para evaluar cómo el paciente reacciona al tratamiento y para detectar recurrencia de tumores. También es posible que aparezcan en personas con condiciones benignas en la sangre; por eso, siempre deben usarse en cojunto con otros análisis. Finalmente, no toda persona con un tumor tiene marcadores tumorales.

Otros exámenes frecuentes en la consulta son el conjunto de pruebas conocidas como el panel metabólico básico, el panel metabólico comprehensivo, el panel de lípidos, el panel hepático, el de la hormona estimulante de la tiroides, hemoglobina A1C (para diagnosticar y monitorear diabetes) y los cultivos, que detectan infecciones (como las del tracto urinario), neumonía, estreptococo, Staphylococcus aureus (resistente a los antibióticos) y meningitis.

Exámenes de laboratorio para los adultos mayores

¿De qué sirven los exámenes si usted no siente ningún malestar? Los pacientes adultos mayores deben realizarse chequeos de manera continua, de preferencia cada seis meses, para encontrar enfermedades que podrían ser controladas y tener buena evolución si se tratan de forma precoz.

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Al hacer un chequeo preventivo en un paciente asintomático, generalmente estas son las pruebas necesarias, en especial cuando se trata de una persona que ha entrado en la tercera edad.

La hemoglobina glicosilada muestra el estado glicémico en los tres últimos meses. Foto: Shutterstock

Entre los exámenes importantes, dice la médico internista Gabriela Altamirano Vergara, está la biometría hemática, que permite valorar si el paciente tiene algún problema de anemia (frecuente en los adultos mayores), así como función renal (medición de urea, creatinina y cistatina C), función hepática (medición de enzimas hepáticas, como TGO, TGP, fosfatasa alcalina Gamma GP), perfil de lípidos (colesterol total, LDL, HDL y triglicéridos), glucosa y hemoglobina glicosilada.

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La hemoglobina glicosilada nos permite evaluar cómo ha estado el control glicémico en los tres últimos meses”, explica Altamirano. Además, es necesario un examen de orina con cultivo, especialmente si usted tiene más de 60 años, pues las infecciones de las vías urinarias suelen desarrollarse sin síntomas.

“También es importante hacer medición de hierro, ferritina, proteínas totales y albúmina, para evaluar la parte nutricional”. Situaciones como la pérdida de piezas dentales, dificultad para deglutir y disminución del apetito pueden afectar el estado nutricional.

“Otro tema frecuente a medida que uno se hace mayor es el hipotiroidismo; por eso, se solicita una prueba de TSH FT3 y FT4, o perfil tiroideo”, dice la médico.

¿Qué es aconsejable, hacer primero la consulta o los exámenes? Altamirano dice que lo ideal es ir primero a consulta. “En la historia clínica podemos evaluar distintas situaciones que van a requerir distintos tipos de pruebas”. Si, sumado al perfil anterior, el paciente es diabético, interesa añadir al examen de orina una medición de microalbuminuria, para evaluar la función renal. Si tiene cardiopatía isquémica o insuficiencia cardiaca, tal vez sea útil un test del péptido natriurético cerebral (PNC), para evaluar la función cardiaca.

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La densitometría ósea se recomienda una vez al año en adultas mayores. Foto: Shutterstock

Si se adelantan las pruebas, y luego durante la consulta surgen eventualidades, habrá que hacer nuevos exámenes y otra consulta presencial. “En el caso de una persona mayor, esto puede significar doble movilización, logística, mantenerla en ayunas o pedir atención a domicilio con un costo agregado”, señala Altamirano.

Exámenes de laboratorio para los niños

Los pediatras en general tratarán de evitar a los niños las pruebas que les puedan resultar molestas o que les puedan causar un trauma a ellos o a los padres. “Solo las solicitamos cuando creemos que la información que nos va a aportar no se puede obtener de ninguna otra forma, y que las ventajas de hacerla superan los inconvenientes”, señala la doctora Mariola Ramírez, pediatra.

En estos casos se suelen pedir ciertos exámenes básicos, como el hemograma, que analiza los tres tipos principales de células de la sangre: células blancas (leucocitos), células rojas (hematíes) y las células que colaboran en la coagulación (plaquetas). Además, un perfil de hierro (para valorar anemia). Adicionalmente se evalúa la función de la glándula tiroides.

Al niño también podría hacérsele una prueba de coagulación y medir la función renal a través de la creatinina, la urea o los iones de la sangre (sodio, potasio, cloro, calcio), y la función hepática mediante los niveles de transaminasas (AST y ALT), de bilirrubina y de GGT, entre otras.

La doctora Ramírez añade a estos test el perfil lipídico, que analiza la concentración en sangre de los principales lípidos (grasas): colesterol (total, HDL y LDL) y triglicéridos; y, en caso de enfermedad, la elevación de la VSG (velocidad de sedimentación globular), de la PCR (proteína C reactiva) o de la PCT (procalcitonina), que sugieren la existencia de un proceso inflamatorio o infeccioso, si bien no es específica de ninguna enfermedad.

Estudios complementarios de imágenes

Las radiografías, ecografías, resonancias magnéticas y otros estudios de imagen pueden acompañar a los exámenes de laboratorio, dependiendo de la condición del paciente.

  • Una persona hipertensa necesita un electrocardiograma y ecocardiograma una vez al año.
  • Quien tiene una enfermedad hepática crónica necesita una ecografía abdominal anual; si tiene algún tipo de daño renal, igualmente, enumera la internista Altamirano.
  • “Como rutina, por edad, debe realizarse cada año una radiografía de tórax, una ecografía abdominal y pélvica (hígado, próstata, riñones) y un electrocardiograma”.
  • Las mujeres mayores, adicionalmente, requieren una densitometría ósea cada doce meses.

“Sumado a esto, se recomienda a todos chequeo ginecológico o evaluación urológica, según corresponda. Así tendríamos una evaluación completa”. (I)