El hígado es uno de los órganos más importantes debido a sus varias funciones. Con un peso aproximado de tres libras, está situado en la parte superior derecha de la cavidad abdominal, debajo del diafragma y por encima del estómago, el riñón derecho y los intestinos.

Se encarga de la regulación de la mayoría de los niveles de sustancias químicas de la sangre y secreta bilis, sustancia que ayuda a transportar los desechos. Toda la sangre que sale del estómago y los intestinos pasa por el hígado. El hígado procesa esta sangre y separa sus componentes, los equilibra y crea los nutrientes.

Entre sus funciones más conocidas, el hígado se encarga de la conversión del exceso de glucosa en glucógeno de almacenamiento, la producción de ciertas proteínas para el plasma sanguíneo, o la producción de colesterol y proteínas especiales para ayudar a transportar las grasas, así como la regulación de los niveles de aminoácidos en la sangre, o la depuración de fármacos y otras sustancias tóxicas de la sangre.

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Por ello, debido a su alta importancia es indispensable su cuidado para evitar su mal funcionamiento o la aparición de enfermedades hepáticas. Estas pueden incluir cirrosis, colestasis inducida por medicamentos, absceso hepático amebiano, hepatitis autoinmunitaria, hepatitis A, B o C, atresia biliar, enfermedad del hígado graso no alcohólica, cirrosis biliar primaria, absceso hepático piógeno, entre otras.

Los factores que pueden aumentar el riesgo de padecer una enfermedad hepática incluyen: inyección de drogas con agujas compartidas, antecedentes familiares de enfermedad hepática, consumo excesivo de alcohol, obesidad, diabetes tipo 2, tatuajes o piercings, exposición a sangre y líquidos corporales de otras personas así como a ciertas sustancias químicas o toxinas, relaciones sexuales sin protección.

Una persona puede reconocer si su hígado está enfermo si presenta signos y síntomas como ictericia o color amarillento en la piel y los ojos, orina de color oscuro, fatiga crónica, heces de color pálido, inflamación y dolor abdominal, inflamación en las piernas y en los tobillos, picazón en la piel, pérdida del apetito así como náuseas o vómitos.

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En todo caso hay que tomar en cuenta que una enfermedad hepática no siempre causa signos y síntomas perceptibles. Por ello, si presenta alguno de estas situaciones lo recomendable es acudir a su médico para una correcta valoración. (I)

Fuentes: NIH | US San Diego Health | Mayo Clinic