Las vacaciones escolares, por alguna razón, nos hacen pensar en Mi pobre angelito, esos viajes costosos, largos y planificados que se volvían una pesadilla (para los padres) porque se olvidaban de un pequeño detalle: el niño.
Tal vez sea esa la cuestión en estas vacaciones (que se iniciarán el 28 de febrero o antes): no olvidar a los niños al tomar decisiones que los involucran.
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Para algunos padres, la forma de mantener ocupados a los hijos es buscar un vacacional. Si bien esta actividad es buena, la motivación no sería la correcta, es lo que entendemos al hablar con el rector de la Unidad Educativa Particular Politécnico (Copol), Rodolfo Chang.
“Cuando (el vacacional) es como una extensión de la escuela o del colegio, los contenidos o las actividades pueden cambiar, pero el padre sigue estando ausente o desconectado de ese proceso; las vacaciones deberían ser esa oportunidad para integrarse como familia”, dice Chang.
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Hay que cambiar nuestra concepción de lo que son las vacaciones, dice la coordinadora del Departamento de Consejería Estudiantil (DECE), Andrea Moreno. “¿Por qué no darle un giro y tomarlo como tiempo para crear conexión con nuestros hijos e intimar con ellos?”.
Moreno indica que al estar sumergidos en el día a día, el trabajo y la economía, se ha perdido la habilidad para conectar en familia. “Lo fácil es ponerlos en un curso donde alguien más haga algo con ellos, y no yo”.
Haga coincidir los tiempos e interésese por la actualidad
Chang explica que la desconexión es algo que viene de la crianza que tuvieron los padres hace 30, 40 o 50 años. “Eran otros estándares, otras situaciones, los que fuimos niños en esa época aprendimos que no era necesaria una mayor integración”.
Por eso si a un padre se le dice que aproveche el tiempo con su hijo, suele interpretar que es hora de darle una charla. Si se da el diálogo, será forzado, con los monosílabos típicos de la adolescencia, porque el padre no aprendió la importancia ni el modo de tener interacción con los hijos.
¿Cómo reaprender? “El cómo tiene que ser compartir una actividad, que el padre se involucre. Lo ideal sería que pidan unas vacaciones para que coincidan con las de los hijos”, y que usen ese tiempo en actividades mediadoras, que vienen a ser excusas para compartir y hablar.
“Tomen juntos, por ejemplo, un curso de pastelería. La pastelería es lo de menos, lo importante es la oportunidad de interactuar y de conocernos, y estar una hora o dos juntos sin silencios incómodos, y darles a los hijos la oportunidad de vernos reaccionar o manejar ciertas situaciones”.
Compartan algo que todos amen, como ir a nadar juntos ciertos días durante un mes. Creen un proyecto para toda la familia, que sea de una temática interesante para los chicos, y que a los mayores les permita conocer cómo son los hijos, de qué manera resuelven o no dificultades, para poder ayudarlos y guiarlos.
“La familia en cada vacación puede hacer un proyecto. Este año es de museos. El próximo aprenderemos tal deporte”, sugiere Chang. No imponga algo que a usted le gustó o le sirvió de joven. “No estamos ante una generación similar. Busque en lo actual. Para entender a un hijo hay que estar actualizado. Es lo actual lo que está rodeando a nuestros hijos”.
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Pregunte lo que quieren hacer o aprender. Si es un baile, no lo rechace de entrada. Para el niño y el joven, que usted se interese por lo que les gusta equivale a interesarse por ellos. “Ahí se crea una conexión más duradera”, aporta Moreno.
Ante la falta de presupuesto, creatividad
No se trata de tener pasajes de avión, maletas llenas, madrugar y embarcar a la familia a toda prisa. “¿Por qué no sentarnos a planificar las vacaciones? ¿Adónde quieren ir? ¿Qué podemos hacer todos juntos en ese lugar? Ese proceso de planificación cumple varias funciones”, detalla Chang. “El chico se siente escuchado, su opinión es valorada, pero también el momento de conocerse”.
Los hijos que ven a los padres siempre trabajando y los tienen ubicados en esos roles, se sorprenden de verlos nadando con delfines, subiendo un cerro o montando a caballo. Los redescubren y fortalecen sus vínculos. “Esto generaría una mejora significativa en la dinámica familiar y en el estado emocional de cada uno”.
Después de todo, los mejores recuerdos familiares no se construyen de las rutinas, sino de las ocurrencias que luego podemos contar como anécdotas: salimos, nos caímos, nos perdimos, nos demoramos, pero llegamos. “El sentido de pertenencia se reafirma en la medida que uno experimenta desafíos y conoce nuevas facetas del otro”, comparte el educador.
Moreno destaca la importancia de las primeras veces en la vida de los niños, y que las vacaciones son perfectas para alcanzar estos hitos: nadar, andar en bicicleta, visitar un bosque, acampar. “La primera vez, por lo general, es la que se queda en la cabeza y, dependiendo de cómo se la vive, en el corazón. Como padres deberíamos aprovechar este tiempo para vivir las primeras veces con nuestros hijos”.
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Sus niños y adolescentes están anhelando estas vacaciones, por el fin de la rutina escolar y porque se liberan para compartir en casa. “Si lo sabemos aprovechar, el niño y los padres pueden pasar una buena temporada. Si estamos bien organizados, no solo tienen que divertirse los pequeños”, indica Yuleidy Márquez, psicóloga clínica y especialista en desarrollo madurativo y atención a niños con necesidades educativas especiales.
Evite que estas semanas se llenen de días interminables de estar acostados o conectados a internet. Propóngase que todos aprenderán algo nuevo, que no podrían hacer el resto del año. “A muchos niños les encanta cocinar, y no se los permitimos por temor a que se lastimen o porque van a dejar todo sucio”.
Pero ahora que habrá tiempo libre juntos, se sugiere una actividad de cocina guiada, desde qué quieren preparar los niños, buscar la receta, involucrarlos en la compra de los ingredientes, en la preparación de los utensilios. “Esto les favorece, están aprendiendo algo de autonomía personal y desarrollando la planificación, la secuenciación y procesos cognitivos”, dice Márquez.
Tome los juegos de mesa, los que tenga en la casa. Si los niños no aprendieron a jugar al monopolio, parchís o damas, esta es la oportunidad. Acá también hay beneficios ocultos. “Trabaja sus habilidades sociales y la espera de turnos”.
Si no hay dinero para un viaje largo, no descarte el valor de un día en la playa. “Un niño que va a la playa con sus padres entra en contacto con la naturaleza, estimula lo sensorial. Para el niño no es un problema la economía”. Usted puede planificar una excursión en casa, creando rincones en los que haya tesoros. No siempre tienen que ir al cine, pueden hacer una noche de películas.
Varíe, presente opciones y permítales participar en la toma de decisiones. “Lo peor es saturar al niño de una misma actividad”. Sin embargo, no abandone las rutinas de sueño, higiene y alimentación. Si a usted le preocupa que ellos se aburran con tantas horas en las manos, los docentes temen el regreso de niños que olvidaron la estructura, los horarios de sueño, la organización y el hecho de que todos los días hay tareas por hacer, aunque sean pequeñas. (F)