En cualquier lugar del mundo, sea que usted piense en el primer mundo o en los países en desarrollo, los problemas de salud mental aquejan a los niños y a los adolescentes, y están entre las primeras causas de muerte, enfermedad y discapacidad. Como en Ecuador, que es el segundo país andino con mayor tasa de suicidio adolescente.

Según Unicef, uno de cada 7 niños de entre 10 y 19 años viven con una condición mental diagnosticada, y esto hay que contrastarlo con el hecho de que los profesionales de este campo son demasiado pocos para diagnosticar y tratar a la población.

Suicidio en los jóvenes, fenómeno multicausal en el Ecuador

Un estudio publicado en la Revista Ecuatoriana de Neurología en 2022 rastreó el número de psiquiatras en el país, y concluyó que Pichincha y Guayas son las provincias con mayor concentración de psiquiatras (51 y 27, respectivamente). Le siguen Azuay (9) y Manabí (8). Las otras provincias tienen menos de 4, y en el otro extremo están Carchi, Sucumbíos y Morona Santiago, con uno cada una, y Galápagos, Zamora Chinchipe y Bolívar, con ninguno. La falta de programas de entrenamiento también preocupa; se identificó dos en Quito.

Los jóvenes se benefician de crecer en espacios seguros, donde puedan expresar lo que sienten, incluso pensamientos peligrosos. Foto: Shutterstock

“El número total de psiquiatras en Ecuador sigue estando muy por debajo de la ratio (relación médico-población) recomendada internacionalmente”, resume el especialista Andrés Román Jarrín, ganador del premio Early Career Psychiatrist 2024 por parte de la Asociación Mundial de Psiquiatría, que representa a las 147 sociedades psiquiátricas del mundo.

Román se pronuncia sobre la necesidad de crear conciencia de salud mental, en especial en niños y adolescentes. “La depresión en esta población es una problemática de gran relevancia (prevalencia de 25,9 % en Ecuador, muy por encima de la cifra global, que es del 5 %), con un riesgo significativo de suicidio; su visibilización es clave para promover estrategias de prevención y atención adecuadas”.

Salud mental y emocional, ¿cómo estamos en Ecuador?

Según los datos del INEC, en Ecuador la segunda causa de muerte no natural en personas jóvenes de 15 a 24 años es el suicidio (al igual que en España). Y la mayor incidencia se da en la región andina sur y en la Amazonía (Trends and Spatial Patterns of Suicide Among Adolescent in Ecuador, 1997-2016).

“Hay un documento (Atlas de salud mental de las Américas) de la Organización Panamericana de la Salud, de cómo los distintos países de la región invierten en salud. El presupuesto que se otorga es muy bajo, y dentro de ese rubro, el de psiquiatría es menor. Y si lo vamos enfocando, el que se asigna a salud mental infanto juvenil es mínimo”, explica el médico, que contrasta esto con la alta prevalencia e incidencia de trastornos mentales en esta población.

¿Qué afecta la salud mental de los niños y adolescentes?

Un sencillo test de Unicef permite comprobar lo que sabemos de salud mental. Una de las preguntas es ¿sufren los niños en este aspecto tanto como los adultos? Y la respuesta correcta es sí. La mitad de las condiciones de salud mental, como la depresión, ya han ocurrido cuando la persona ha cumplido los 14 años. Y muchas no reciben el cuidado que necesitan.

“En general, los problemas mentales comienzan en la adolescencia, al contrario de lo que se cree, que los niños y adolescentes no tienen problemas”, confirma Román. “La gran mayoría de los pacientes adultos, hasta cerca de un 80 %, refieren que sus problemas empezaron en esa etapa”.

“A raíz de la pandemia aumentó la prevalencia de problemas de salud mental en adolescentes”, indica el psiquiatra. “Y una de las múltiples razones es el aislamiento social, muchos chicos dejaron de compartir con sus compañeros mientras en su casa enfrentaban situaciones de salud preocupantes. Eso ciertamente catapultó los problemas emocionales en niños y adolescentes”.

El psiquiatra cita aún otra investigación (Prevalencia de depresión y factores asociados en adolescentes, Revista Ecuatoriana de Pediatría, 2021), que establece que las adolescentes que viven con depresión superan por más de dos puntos a los varones (14,1 % - 11,8 %). Muchos de ellos (21 %) se sienten afectados por el bajo rendimiento académico.

“En todo el Ecuador hay un estigma contra la salud mental”, dice Román, que escucha frecuentemente en la consulta: ‘¿Qué tengo que hacer con mis hijos?’. “Lo primero es crear un espacio seguro en casa, en el que su hijo les pueda comentar cómo se siente y si está teniendo pensamientos peligrosos”, pues si no puede sincerarse con los padres, observa, será mucho más difícil que pueda luego conectar con un psicólogo o psiquiatra.

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Si hay confianza para hablar, la hay también para pedir ayuda. “¿Quiénes estamos proveyendo de servicios a los niños? Si los psiquiatras y psicólogos están concentrados en Quito y Guayaquil”. Y aún en la proporción de estos profesionales hay diferencia, pues Román reconoce que los psicólogos que se han incorporado al MSP son mayoría. En su paso por el sistema, recuerda que en el hospital de Durán había un psicólogo de adultos, no de niños y adolescentes.

“Los servicios hospitalarios de salud mental están colapsados”.

¿Hay soluciones a la escasa cobertura de profesionales de salud mental?

Mientras más temprano se intervenga, mejor va a ser el pronóstico. Un joven de 16 años con una ansiedad no tratada puede complicarse de diferentes formas, como desarrollar depresión. “La depresión en la adolescencia es altamente comórbida con un trastorno de ansiedad”. Un adolescente con ansiedad que ve a sus amigos consumiendo sustancias puede verse empujado a imitarlos, como una forma de controlar sus síntomas.

“Ninguna persona consume con el fin de volverse adicta, siempre hay una razón, que puede ser presión del grupo, pero también la necesidad de paliar con alguna emoción, ansiedad, tristeza, impulsividad. Una persona puede tener TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) y eso puede exponerla”.

La falta de diagnóstico pesa mucho. En el caso del trastorno bipolar, cuyo primer episodio suele aparecer a los 20 años de edad, una persona puede tardar hasta 10 años en ser correctamente diagnosticada. “Eso quiere decir una década sin tratamiento”.

El doctor Román explica a los padres que las enfermedades mentales ocurren porque el cerebro, como cualquier otro órgano, enferma, y que hay muchas causas para esto, y una muy alta es la predisposición genética (como ocurre en la esquizofrenia y en la bipolaridad). “También hay un incremento de riesgo si un familiar en primer grado (padre o madre) es alcohólico”. Y hay causas ambientales, como los traumas de la infancia, muy relacionados al posterior consumo de alcohol o síndrome de estrés postraumático en la edad adulta. Una familia desestructurada, la falta de un cuidador, la pobreza extrema también afectan.

No es cuestión de elevar el estado de ánimo o esperar a que pase. “El remedio para la salud mental es un trípode. La parte médica (puede que se necesiten medicamentos), la parte psicológica (terapia basada en evidencias, como la cognitivo-conductual) y el estilo de vida (dieta, hábitos sociales, ocio). No hay una pastilla que resuelva –por sí sola– el problema de su niño”.

Por supuesto, esa tríada tiene que conocer a aquellos a los que va a tratar. “Los niños y adolescentes no son adultos pequeños. Su organismo metaboliza la medicación de una manera distinta. Muchas de las medicinas que se dan están aprobadas en adultos, pero no en adolescentes. Ya hay un grueso de antidepresivos indicados para niños y adolescentes, y esto reafirma que la reacción es distinta en ellos. Por eso se empieza con la dosis más baja y con un fármaco a la vez, esa es la regla de oro”.

¿Quién decide que es momento de ir al psiquiatra? Román considera que esta es la tarea del médico general, familiar o de cabecera. Y el psiquiatra, después de una valoración, refiere a un psicólogo especializado en el diagnóstico de ese paciente. “Los médicos de atención primaria reciben hasta a un 80 % de los pacientes con problemas de salud mental; el especialista ve llegar al 20 %. Entonces estos compañeros necesitan capacitación para abordar estos casos, y si con esa ayuda la persona no se recupera, entonces hacer la referencia”.

La escasa cobertura es una limitación, pero hay una opción, que son los servicios de telemedicina. “Facilitaría mucho el acceso”. (I)