Gradualmente, la manera en que nos comunicamos ha sido a través de medios electrónicos. El doctor Jeff Hancock, director del Social Media Lab de la Universidad de Stanford, discutió recientemente cómo esto está transformando la comunicación humana en algunas áreas específicas: las mentiras, las apariencias y el don que tiene el video de encantarnos y agotarnos al mismo tiempo.

Hancock estudia los procesos psicológicos e interpersonales en las redes sociales. Sus experimentos tratan de entender cómo las palabras que usamos allí revelan lo que está pasando en nuestra mente y en nuestras relaciones: confianza, emociones, intimidad y apoyo, pero su especialidad es estudiar cómo usamos el engaño y el ocultamiento a través de la tecnología. Su charla TED, El futuro de la mentira, tiene más de un millón de reproducciones.

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No todos podemos simplemente apagar el teléfono o el router para sentirnos en paz. Allí está el trabajo, pero también las felicitaciones de cumpleaños y las notificaciones de si se renuevan o no las medidas de emergencia sanitaria en nuestra área.

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Ahora que la presencialidad ha vuelto, se ha encontrado con que tiene que compartir el espacio con la comunicación digital. Las oficinas están abiertas, pero las empresas han hecho múltiples adaptaciones con miras al teletrabajo o, más propiamente, al modelo mixto. La decisión está tomada: las reuniones de Zoom, aunque empiezan a cansar a muchos, no desaparecerán así nada más.

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El 64 % de las empresas ha adaptado su tecnología para el teletrabajo, según estudio

¿Qué significa todo esto para la comunicación humana? ¿Es la versión de nosotros que presentamos en redes sociales la que ahora tenemos que cultivar? ¿Es auténtica o siquiera un poco fiel al original? ¿Estamos mintiendo más? ¿Y está añadiendo carga a nuestra salud mental?

En el espejo de Narciso: la hipermirada

Son muchas preguntas, que, tal como las videoconferencias, pueden dejarnos exhaustos. El doctor Hancock habla, en primer lugar, de esta fatiga. Vernos en pantalla por mucho tiempo nos deja la sensación de no querer hacer nada después, de no querer hablar con nadie por un rato.

“Creemos que está ligado a la dinámica no verbal: el hecho de que ahora tu cara está realmente junto a la mía. Nos miramos a un nivel muy íntimo, una ventana junto a la otra, y eso nos agita psicológicamente”, dice Hancock, quien, para que lo entendamos mejor, explica que generalmente solo estamos tan cerca, tan cara a cara, cuando vamos a golpearnos o a besarnos. Estar en esa tensión 30 o 60 o 90 minutos, ¡claro que nos deja exhaustos! Aunque no hablemos. Estar bajo la mirada de tantas personas al mismo tiempo es algo a lo que el psicólogo y su equipo han bautizado como la ‘hipermirada’.

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Pero también ocurre que más que a otros, cuando estamos en pantalla, nos miramos a nosotros mismos. Estamos hablando frente al espejo, algo que tal vez nunca nos había pasado al hablar en una reunión física. Cuando nos vemos al espejo para arreglarnos, es cuestión de imagen, pero ahora nos vemos actuar, gesticular. El impacto es enorme.

¿Qué hay de las hipermentiras?

La tecnología, dice Hancock, también puede cambiar la frecuencia con la que mentimos y la manera en que confiamos. Tradicionalmente hemos creído que mentir en redes era más fácil, porque podíamos escondernos tras una imagen o un perfil falso, porque no podían vernos la cara. Pero Hancock dice que mentir es parte de nuestra psicología, no de la tecnología. Simplemente trasladamos el hábito a un nuevo escenario. La gente que quiere mentir en la vida real, lo hará en la virtual, con la diferencia de que en los espacios digitales es más fácil dejar un registro, y cada vez tenemos mayor conciencia de eso. Básicamente, pensamos: ¿Esto quedará grabado?

Nos miramos a un nivel muy íntimo, una ventana junto a la otra, y eso nos agita psicológicamente. Solo estamos tan cerca, tan cara a cara, cuando vamos a golpearnos o a besarnos.

Así que lo que se ve es que la gente que quiere mentir, se ha vuelto cada vez más hábil en ello para no evitar ser descubiertos en las redes: eligen qué mentiras decir. Aquellas que no se podrán comprobar fácilmente (“me quedé sin conexión”), pasan. Las que saben que pueden ser rastreadas (“envié el documento a tiempo”), se evitan. Mentimos menos en textos y emails y más en llamadas y en videollamadas, justo cuando pueden oírnos y vernos, porque queremos presentar una versión idealizada de nosotros mismos. La imagen se ha vuelto el mensaje más importante. Curamos una versión de nosotros para presentar, a pesar de que este debe haber sido el año en que más tiempo hemos pasado en pijamas.

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Nuevamente, Hancock no ve esta curación como algo necesariamente falso. Más bien dice que cada vez entendemos mejor que ser auténticos en línea puede ser algo muy poderoso.

El impacto en nuestra atención

Parece que ahora hacemos más cosas, pero también puede ser que a momentos sintamos el caos y la tentación de distraernos con el entretenimiento que la tecnología nos ofrece. Un video gracioso lleva a otro, hasta que ha pasado una hora y no hicimos nada productivo.

Hancock sugiere aquí ir al pasado, a la visión de Sócrates, a quien ya le preocupaba que la tecnología de la antigüedad (el alfabeto) tuviera efectos en la memoria humana, que para él era el alma. Al escribirlo todo, decía, ya no seríamos capaces de recordar de la misma manera. Su tiempo era uno en que los poetas entrenaban para recordar. Ahora, la memorización está cayendo en desuso.

Mentimos menos en textos y emails y más en llamadas y en videollamadas, justo cuando pueden oírnos y vernos, porque queremos presentar una versión idealizada de nosotros mismos.

El psicólogo sí cree que la tecnología actual está cambiando nuestro ambiente, nuestro cerebro y nuestra neuropsicología. “Y un resultado negativo, al menos para mí, es que siento que me distraigo fácilmente. Escribo 20 minutos y cambio, porque tengo que tratar con muchos otros tipos de información en diferentes medios. Hay algunos costos, pero nos estamos adaptando, y también hay beneficios”.

¿Cómo maximizar los beneficios de la tecnología? Creando regulaciones, tal como hicimos para masificar la conducción de autos. No exceder la velocidad, no fumar en el carro, tener cinturones de seguridad y airbags. Las reglas pueden hacer que el ciberespacio sea más seguro, aunque no perfecto. (F)