Cuando el capítulo de una relación amorosa llega a su fin, nos encontramos en una encrucijada emocional que puede ser desafiante y, a menudo, confusa. Las emociones se desbordan, las preguntas se acumulan y, en medio de la tormenta, surgen decisiones cruciales que pueden definir nuestro bienestar a largo plazo. Una de esas decisiones, que a menudo se pasa por alto o se malinterpreta, es la práctica del “contacto cero”.