¿Qué haría a los niños más felices dentro de sus aulas de clases? Con esta pregunta la iniciativa The Happiness Project estimula a estudiantes, especialmente de primaria, a aprender sobre sus emociones, hablar sobre ellas y a convertirse en agentes de cambio en sus comunidades.

Se trata de un proyecto impulsado por Unilever a través de sus marcas de helados en los diversos países que opera con la colaboración de diferentes fundaciones; en Ecuador lo hace por medio de Pingüino y la fundación Diseña Futuro. El programa de aprendizaje social y emocional está diseñado para niños y jóvenes, centrado en promover su felicidad y su bienestar. Con estos componentes se busca transformar la experiencia educativa, no solo enfocándose en el rendimiento académico, sino también en el desarrollo integral de los estudiantes.

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“Se ha comprobado científicamente que un niño feliz procesa mucho mejor el aprendizaje y sus conocimientos se establecen mucho mejor. Participar activamente con los niños produce adultos más felices y más estables emocionalmente”, reflexiona Andrea Espinoza, gerente de marca de Pingüino, basándose en el informe Estado Mundial de la Infancia (Unicef, 2021), la primera edición del reporte que se centra justamente en la salud mental.

Cómo funciona The Happiness Project

En su primera edición en el país, este 2024, The Happines Project capacitó a través de Diseña Futuro a 107 profesores, que forman alumnos de quinto año de educación básica a tercero de bachillerato, de 57 escuelas de Guayas y Santa Elena, todas de la red pública, explica la educadora Pamela Ycaza, fundadora de Diseña Futuro.

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“Le entregamos a todos los profesores una carpeta que empieza con una parte súper importante que los niños deben desarrollar, que es el ‘helado de la felicidad’ y tiene varios componentes. Primero identifican su base de la felicidad, es decir, qué es lo que tú necesitas para ser feliz. Se van preguntando, y unos dicen que no pueden ser felices sin su perro o su gato, otros dicen salud, o la familia. De ahí viene un tema de sentido y propósito: ¿por qué me levanto todos los días, qué hago en mi vida para tenga sentido? Luego están las emociones positivas: ¿qué cosas dentro de mi vida me hacen bien, me hacen feliz? Finalmente están los pensamientos positivos que generan esas emociones: soy un buen chico, soy un chico inteligente”. En otras palabras, el primer paso es concientizar a los alumnos sobre la felicidad, reflejada en sus propios conceptos y experiencias.

El proyecto emplea una metodología que tiene cinco ingredientes que considera claves para propiciar la felicidad: conexiones (relacionarse con los demás), gratitud, amabilidad, creatividad y movimiento. Estos componentes se combinan en los proyectos de cambio que se van generando en las escuelas. Es la segunda etapa de la iniciativa.

“Una vez que entienden sobre la felicidad, llega el desarrollo del proyecto, que involucra las cuatro etapas del Design Thinking: empatizar, imaginar, hacer y compartir. Entonces los niños identifican qué haría que su comunidad sea feliz. Algunos responden con temas tan básicos para ellos, como tener un parque, bebederos en la escuela, baños limpios o una cancha de fútbol. Ellos se imaginan soluciones a estas situaciones, con acciones que ellos puedan ejecutar para hacerlo real, porque no se puede quedar solamente en una idea”.

El proyecto es una oportunidad para reflejar los ingredientes que The Happiness Project estima cruciales para la felicidad de los niños. Las conexiones ocurren cuando se reúnen con sus pares y profesores para ejecutar cada proyecto de cambio. Creatividad, cuando ellos generan la soluciones. Movimiento, cuando consiguen los materiales necesarios para sus proyectos. Hay amabilidad, porque el proyecto beneficia a los demás, al bien común. Y gratitud nace al reconocer que el proyecto fue posible por todas las personas dispuestas a colaborar con él. La tercera etapa de THP involucra compartir estos logros.

Medir la felicidad y el bienestar

“Sabemos que no podemos necesariamente arreglar los hogares, pero las escuelas, donde es su segundo hogar, donde tienen sus maestros que son su red de apoyo, donde están sus amigos y sus compañeros, deberían ser un espacio de felicidad para los niños”, cree firmemente Espinoza. “No deberíamos enfocarnos tanto en que el estudiante simplemente hace de un estudiante, y que sea una máquina de aprender, sino ver al ser humano detrás de él, ver una persona integral que tiene emociones, que tiene días buenos y malos como absolutamente todos. Nuestro objetivo es que aprendan a transicionar por esas emociones sabiendo que es lo que los hace felices y buscar siempre esa felicidad”.

Aunque The Happiness Project se implementó este año, ya tiene al menos tres años en acción en otros países, como Pakistán, Suecia y Alemania. Los resultados alcanzados en esas naciones auguran la permanencia de la iniciativa en el territorio ecuatoriano.

Los impactos se miden con encuestas antes y después de los procesos mencionados. Por ejemplo en Pakistán, un país en vías de desarrollo como Ecuador, aplicó el programa con 50.000 estudiantes de 7 a 14 años. Allí se encontró que los niños se sienten más confiados en señalar lo que los hace felices, y que al estar en contacto con sus emociones, pueden entender las de otros. Así mismo se volvieron más receptivos con lo que sucede a su alrededor y no se avergüenzan en pedir ayuda, si es necesario. Así también inherentemente practican la gratitud.

La importancia de la felicidad en el aula de clases: Así funciona The Happiness Project Foto: Captura de pantalla

“También medimos las habilidades del siglo XXI, con una encuesta base y una encuesta al final del proyecto. Entonces medimos la empatía, la creatividad, los niveles de conexiones que se han generado, qué tanta conciencia tienen acerca del tema de la felicidad y también qué sienten. En este momento estamos levantando estos datos”, ilustra Ycaza.

En el futuro inmediato, adelanta la gestora, la intención es que los proyectos que surgieron en esta primera entrega de The Happiness Project, un total de 41, puedan participar en el concurso nacional de innovación social y ambiental, para que no pierdan relevancia y además se reconozca el liderazgo de niños y jóvenes participantes. (I)