No hay educación sin confianza. La confianza es la medida de la calidad de nuestras relaciones y de las decisiones que tomamos, dice David Martín, psicopedagogo, comunicador, coach y promotor educativo.

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Martín condujo una conversación con un grupo de adolescentes como parte del programa ‘La educación que queremos’, de las fundaciones españolas Botín y Edelvives. El tema de este año es ‘A quién educamos hoy’.

Lo contrario de la confianza, en psicología es el miedo. En el caso de los padres, miedo a que los hijos se equivoquen, miedo a su inexperiencia, a no poder controlar todo en sus vidas.

“Es clave ver cómo se genera esta relación”, dice Martín. “Si tengo a mi hijo superprotegido y no le doy espacio para que se regule, aplaco mi miedo, pero no le estoy dando la confianza que necesita. Hay una gran diferencia entre decir: Pórtate bien, y decir: Pásatelo bien”.

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Es necesario que el clima de confianza fluya en toda la familia. Y un momento clave para esto es la adolescencia. “Empezamos a gestionar, a regular nuestras emociones, a relacionarnos con personas nuevas, y a proyectar lo que va a ser nuestra vida, lo que queremos ser”.

El psicopedagogo David Martín (a la derecha) con jóvenes invitados al foro virtual 'La educación que queremos. ¿Confiamos', el pasado 22 de abril.

¿En qué se fijan los jóvenes para dar su confianza? Martín resolvió este punto dialogando con cuatro jóvenes, Alicia (16), Mateo (15), Raquel (15) y David (17). Empezó preguntándoles, ¿ustedes en quién confían? Ellos describieron un círculo cercano: padres, amigos, gente de su entorno. “Personas con las que, aunque no sean muy amigas, hay una cierta confianza”, dijo Alicia.

Los jóvenes resumieron en aquello en lo que se fijan para confiar en alguien:

  • En el trato a los demás. “La gente te lo va demostrando día a día”, agregó David. “Con pequeños detalles, cómo trata a los demás, si dice gracias cuando le ayudas. Imagina que estás fuera con alguien, en un restaurante, y está pidiendo algo, y a ti te está tratando muy bien, pero cuando viene el camarero, lo trata como alguien inferior. Para mí, ahí la pierde. A mí me gusta que a los demás los trates igual”.
  • Intereses en común. “Si compartes intereses con esa persona, eso te lleva a confiar más en ella”, señaló Alicia. “Encuentras un punto en común en el que puedes opinar, y ahí se hace un vínculo”.
  • La confianza se rompe cuando el joven descubre que el interés del otro en ellos, en su bienestar, no ha sido genuino, sino solo por casualidad o por conveniencia. “Cuesta volver a confiar cuando sabes que ha contado algo de ti”, comparte Mateo.
¿Conocemos a los hijos y a los estudiantes, podemos crear con ellos relaciones de confianza?

¿Qué hay de las redes sociales? La relación de confianza es distinta, dice David. “Esa es un área de tu vida para hablar de tal tema, o para un videojuego, pero dudo que vayas a contarle un problema grave a esa gente, a menos que hayan varios meses o años de amistad”.

“No es lo mismo conocer a alguien en persona que en una página web. No puedes contarle lo privado no sabes si al contárselo, te respete y te ayude”, dice Raquel, quien es participante de la red de jóvenes periodistas Cibercorresponsales.

¿Cómo ha cambiado esto durante la pandemia? ¿Se han fortalecido las relaciones de confianza a través de las redes? “Yo creo que se ha demostrado quién está de verdad y quién no. Cuando vamos al colegio, estamos todo el tiempo con las mismas personas, y no pueden escaparse, pero (al estar en casa) llamar a alguien todos los días para saber cómo está, demuestra más interés y confianza que simplemente estar por estar”, dice Alicia.

El confinamiento ha hecho que los adolescentes descubran a aquellos compañeros que estaban cerca de ellos casi por inercia. “Pero en la pandemia”, comenta Raquel, hacen como si no existieras. Se demuestra que te han estado utilizando. En ese momento sabes en quién puedes confiar, quién va a estar cuando lo necesites”.

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Pero los adolescentes, además, ansían que los adultos les demuestren confianza en sus capacidades y en sus caracteres. “Los padres confían en ti hasta cierto punto”, resalta Mateo. “Igual que los maestros. Alguien que te conoce”.

El interrogatorio elimina la sensación de confianza. Foto: Shutterstock

Ellos notan desconfianza en el interrogatorio. “Te empieza a hacer preguntas que nunca te había hecho, con quién vas a salir, a dónde, cómo, a qué hora”. ¿Entienden los chicos por qué los padres lo hacen? “Tienen miedo de las otras personas”, dice Raquel. “Sienten que estamos dando la confianza a una persona que no es buena. Están haciendo lo posible por protegernos”.

“Pero tampoco deberían dejar que hagamos cosas por el miedo que tengan ellos”, objeta Alicia. Tal vez tuvieron una mala experiencia, e influyen en ti para que no salgas a repetirla, aunque sea algo que te gusta mucho, pero no lo consigues porque no te dejan”.

“Contarles adónde vas y con quién, y a qué es lo normal”, dice Raquel, a quien le gustaría que los padres en general conozcan a los amigos de sus hijos, visiten el colegio y se familiaricen con los lugares que visitan.

¿Qué esperan los adolescentes de sus padres?

Comuníquense con los hijos, explíquenles las cosas, es el pedido de David. “Los adolescentes, al igual que todos, somos seres racionales. Es posible que algo se nos olvide, pero no es la norma; no hace falta estar machacando todos los días lo mismo, sí nos acordamos de lo que nos han dicho. Yo creo que nosotros sabemos lo que nos conviene, y cuando nos equivocamos, nos llevamos el guantazo (la bofetada) de la realidad, y eso sí que no lo vamos a olvidar”.

La confianza empieza a desarrollarse a temprana edad.

Pero los padres tampoco deberían irse al otro lado, dice Alicia, el de la indiferencia, el de no poner ninguna barrera. “Ahí podríamos pensar que no importamos, y eso podría afectar cómo te ves a ti mismo; si sientes que no importas, eso te afectará en el futuro”.

Los jóvenes notan confianza cuando sus padres les hablan en tono tranquilo, aporta Raquel, “los padres empiezan a desconfiar cuando nosotros empezamos a ponernos nerviosos, a hablar rápido, a poner excusas para que nos den más tiempo”.

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“Cuando no te hacen tantas preguntas”, agrega Mateo, quien reconoce que llegar a un equilibrio es difícil. “Si te hacen demasiadas preguntas puedes empezar a pensar: ‘Creí que confiaban más en mí'. Pero si no las hacen, piensas: ‘No les importo’”.

Se vuelve tan difícil porque la confianza no se empieza a crear recién con un hijo adolescente, supone Alicia. “Se empieza con un niño a los dos años o a los dos meses; entonces también depende de los padres y la confianza en sí mismos, en cómo han educado a sus hijos”. Cuando esas dudas se trasladan a los hijos, la comunicación “acaba mal”.

En cambio, “cuando sientes que un padre confía en ti, empiezas a confiar en ti mismo”, concluye Raquel. “Sabes que si le cuentas algo, no va a decir: ‘Esto es horrible’, sino que te va a ayudar; de lo contrario, puedes pensar: “Para qué se lo voy a decir, si me va a juzgar’”.